Una de las críticas realizadas por especialistas en la materia, destaca que se trata de un documento que hace un uso recurrente de términos como “inclusivo” y “sostenible”, pero sin ofrecer definiciones precisas, mientras que la “integridad ecológica” fue eliminada. La transición demográfica se describe de manera superficial, limitándose a la caída de la fecundidad y el envejecimiento poblacional, sin analizar políticas concretas para enfrentar estos desafíos.
A pesar de recomendaciones de usar términos como “promover” o “facilitar”, el verbo “garantizar” sigue dominando el plan, incluso en objetivos estratégicos y específicos que implican alto gasto fiscal, como cobertura universal en pensiones, salud y educación. La gobernanza se menciona con transparencia y rendición de cuentas, pero sin priorizar la Constitución ni la autonomía personal, aspectos que críticos habían solicitado reforzar.
SOBERANÍA NACIONAL VS. AGENDAS GLOBALES
El plan mantiene explícitas referencias a la Agenda 2030, el Acuerdo de París y el Consenso de Montevideo, sin incorporar la soberanía como eje rector frente a compromisos internacionales. Aunque la palabra “soberanía” aparece en el contexto de seguridad nacional, no se prioriza en la adopción de políticas globales.
OMISIONES FUNDAMENTALES
Aspectos claves como la producción, comercio e industrialización, la promoción de la natalidad y protección de la familia, y la defensa explícita de la propiedad privada no fueron elevados a pilares centrales ni recibieron políticas específicas. Estas áreas siguen siendo secundarias o incluidas como objetivos generales, sin énfasis estructurante.
CRÍTICAS A POLÍTICAS ESPECÍFICAS
El enfoque de Diversidad, Equidad e Inclusión (DEI) y perspectiva de género se mantiene fuerte en el documento, mientras que la cultura nacional se menciona parcialmente, sin desplazar otras influencias. En el plano ambiental, se eliminaron algunas metas extremas, pero persiste el compromiso con los estándares internacionales, incluyendo el Acuerdo de París.
En educación, no se incorporó explícitamente la dimensión espiritual ni un enfoque ético profundo. Los objetivos de reducir pobreza y desigualdades se mantienen, mientras que la gestión de derechos humanos y de pueblos indígenas sigue siendo general, sin acotarse a leyes existentes.
PARTICIPACIÓN, CLARIDAD Y ALINEACIÓN JURÍDICA
Aunque el plan describe talleres y consultas, no parece haber incorporado nuevas mesas de trabajo para incluir las críticas. El lenguaje general sigue siendo amplio y con objetivos poco operativos, y la referencia a la Constitución, aunque presente en algunos artículos, no constituye un eje transversal del plan.
INNOVACIONES Y PUNTOS NUEVOS
Entre los elementos introducidos en la versión final destacan: La operacionalización de la Taxonomía Verde de Paraguay y adhesión a estándares internacionales específicos (GAFI, OGP, Marco de Sendai). Integración de la estrategia de “One Health” para salud humana, animal y ambiental. Conceptos innovadores como “powershoring” y uso de blockchain para funciones estatales y registros de propiedad.
CONCLUSIÓN
En términos generales, los analistas señalan que el Plan Paraguay 2050 refleja un cambio limitado respecto al borrador inicial. La mayoría de las críticas no fueron incorporadas, manteniendo la orientación ideológica original del plan, su énfasis en agendas internacionales, políticas DEI y la ausencia de ejes fundamentales como producción, familia y propiedad privada.
Los ajustes realizados se concentran en eliminar algunas formulaciones extremas o vagas y añadir algunos puntos técnicos alineados a tendencias globales. El resultado es un documento que sigue generando preocupación entre analistas críticos, quienes advierten que podría priorizar compromisos internacionales sobre necesidades nacionales y soberanía, sin garantizar claridad fiscal ni operativa en la implementación de sus objetivos.













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