Luego, en algún momento, hubo quienes manifestaron su preocupación por hablar de distanciamiento social en vez de físico. Con el correr del tiempo este último término desplazó al primero.
Sin embargo, más allá del significado o connotación de algunas palabras, hemos visto un distanciamiento real entre personas y colectivos, producto entre otras cosas, de las posturas radicales respecto a cómo enfrentar la situación de salud.
El distanciamiento social —que, a fin de cuentas, es espiritual— se quedó entre nosotros haciendo aún más notorias las diferencias que nos separan, precisamente en un tiempo en que la unidad es una de las armas más poderosas para enfrentar los males de la pandemia.
Como discípulos del Señor, los cristianos somos llamados a la unidad en torno a la persona de Jesús, Su verdad y Sus propósitos. El mismo Señor declaró que la unidad y el amor entre los Suyos habría de ser requisito indispensable para que el mundo crea (Juan 17:21).
Somos Su familia, hijos de un mismo Padre, Su pueblo, Sus ovejas. Somos Su Iglesia, sin distinción de ningún tipo. Somos portadores de Su mensaje. Sus ministros de reconciliación, Sus embajadores, Sus colaboradores.
Nada de esto permite separaciones. Claro, podemos eventualmente llegar a estar distanciados físicamente, pero no de otra manera. De hecho, hemos visto cómo es posible seguir siendo Iglesia a pesar de las limitaciones físicas.
Es un imperativo de la hora dejar de lado todo cuanto nos separa y distancia, y trabajar con denuedo por la unidad. En estos momentos de gran oscuridad, la única luz capaz de vencer las tinieblas es la del Señor —quien ES la luz del mundo— luz que nos ha sido compartida por pura gracia, junto a Su llamado para que seamos luz.
¿Cuán separados y distanciados nos encontramos unos de otros? ¿Cuántas son las cosas que nos separan, y cuán importantes —o no— ellas son? ¿Estamos dispuestos a renunciar a nuestras propias opiniones, priorizando aquello que es mucho más que un mero punto de vista, ¿LA verdad?
Es tiempo de que los cristianos desoigamos esas voces que nos inducen a distanciarnos —espiritualmente—, y nos reencontremos en amor, humildad y sencillez, obedeciendo la voluntad del Señor y permitiendo que miles y miles de compatriotas lleguen a conocer, amar y servir a Jesucristo. Ahora es el tiempo. Mañana ya puede ser tarde
Escrito por Pablo Sánchez es Coordinador de Comunicaciones y Pr. de los Ministerios Infantiles de Jesús Responde al Día de Hoy.
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