Este viernes, Israel lanzó una amplia ofensiva —denominada “Operación Rising Lion”— contra aproximadamente 100 objetivos en Irán, incluyendo instalaciones nucleares como Natanz y dirigencias del Cuerpo de Guardianes de la Revolución (IRGC).
Entre las víctimas confirmadas figuran el general Hossein Salami, jefe de la IRGC, y Amir Ali Hajizadeh, responsable del programa de misiles.
En respuesta, Irán respondió con el lanzamiento de más de 100 drones hacia territorio israelí, la mayoría interceptados exitosamente.
Hoy, se izó sobre la mezquita de Jamkaran en Qom una bandera roja —símbolo tradicional chií de derrota sangrienta e inconclusa venganza contra quien la derramó— como señal de que Irán exigirá represalias.
El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, defendió los ataques argumentando que golpearon “el corazón del programa nuclear de Irán”, mientras que el líder supremo iraní, ayatolá Jameneí, advirtió que “Israel recibirá sin duda un destino doloroso”.
La ONU y varias capitales globales han pedido contención para evitar una escalada, aunque aún no es clara la vía diplomática a seguir ni el alcance exacto de la respuesta iraní.
La situación plantea un riesgo significativo para la estabilidad regional, en momentos de alta volatilidad y tensiones geopolíticas. Irán concentra ahora su mensaje en Qom, mientras Occidente y organizaciones como la ONU están en alerta para evitar una expansión militar. El mundo observará cómo se desarrollan las próximas horas decisivas.
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