La cantidad no filtrada de información que nos llega a cada segundo (del mundo covid, de las vacunas, que si la ivermectina, que si el tapabocas o no tapabocas etc etc etc) hace que se embote por completo la percepción, nos muestra una parálisis en la capacidad de atención y análisis, (hoy en día es casi un deber reenviar información, que muchas veces ni nosotros mismos leemos completamente,pero “por sonar bien” pasamos a otros sin siquiera imaginar cuanto daño podríamos estar causando a quienes llega esta información agotadora)
Hoy vemos una atrofia en el pensamiento y disminución en la capacidad reflexiva y analítica, esa que nos permite prescindir, de todo lo que no es esencial. Entender que más información no conduce necesariamente a mejores decisiones: “Más información y comunicación no esclarecen el mundo por sí solas.
“La información es acumulativa y aditiva, mientras que la verdad es exclusiva y selectiva”.
En contraposición con la información, la verdad no se amontona. El saber mismo no se alcanza, sino a través de una larga experiencia (de ahí que decimos la practica hace al maestro) y su temporalidad es completamente distinta a la de la información.
El tiempo de la información es breve y fugaz, pero el problema no es la aceleración, sino la crisis de la temporalidad, donde el tiempo se vuelve fugaz sin conexión, sin sentido, sin rumbo, sin final; muchas veces ni sabemos para qué queremos lainformación, pero se vive bajo el “dogma” incuestionable de que hay que estar todo el tiempo informado y llegar antes. ¿A dónde? No importa.
¿Como salimos de la crisis actual del exceso informativo y la dispersión del tiempo? buscando hacer pausas; saliendo de la “moda” de la vida, que reduce a la persona a su dimensión laboral y productiva, evitando devorar informaciones, sino que sabe disfrutar del saber, crecer en la experiencia y sabiduría, permanecer expectantes a lo venidero, a lo sorprendente de un futuro por construir.
No nos dejemos arrastrar por el diluvio informativo, sino de elijamos cómo queremos vivir. Notemos la profundidad requiere el paso del tiempo.
La calidad de nuestras relaciones no deben ser un simple intercambio de informaciones y estímulos fugaces, si no de verdaderos vínculos profundos que echen raíces con el tiempo y nos arranquen del aislamiento y la superficialidad.
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