Los puristas cuestionan con razón la fecha pero el mundo se unió en torno al festejo más que por la fecha, por la causa. El nacimiento de Jesús que creció, se hizo hombre entre nosotros y ejecutó a cabalidad el plan que vino a cumplir: pagar las culpas de todos en un madero para darnos eternidad victoriosa.
Pero la humanidad desde hace varias décadas viene pasando por un proceso destructivo que ha tomado como objetivo la descristianización de las leyes, las costumbres, los principios, valores, la vida misma.
Si las reglas irrefutables sobre las que se edificó la humanidad, eran atacadas y destruidas, claramente sobrevendría un tiempo de penurias, pesares y sufrimientos como el que hoy estamos viviendo en todo el mundo.
La Navidad, salvo en algunas regiones como nuestro país, está desprovista de Cristo. El centro es Santa Claus, se le da importancia a los regalos, la comida, la bebida y se busca la “externidad” del festejo. La reflexión sobre lo que celebramos es del “viejazo”.
El que originalmente se constituía en el homenajeado de la fiesta, ha sido marginado, ninguneado y hoy la gente sale en tropel a hacerle el juego a lo externo, lo luminoso, lo colorido. Hay una exacerbación de compras. Habrá comilonas, borracheras con su consecuente aumento de accidentes de tránsito y discordias. Vale decir, todo lo contrario a armonía, gozo, reconciliación.
Todo, porque hemos caído en la trampa y no fuimos firmes a la hora de entender que nuestros valores estaban siendo atacados. No defendimos territorio cultural porque nos dejamos llevar ingenuamente.
El mundo ha sido ganado por la oscuridad. Pero los cristianos tenemos el propósito de mantener encendida la luz. Hemos sido exhortados a ser portadores de esa luz que la debemos levantar para que ilumine un poco más allá de nuestro mero entorno y para ello, el verdadero pesebre es el corazón de cada uno porque es ahí donde debemos cobijar el espíritu de aquel que dio su vida por nosotros, para que tengamos una eternidad gloriosa.
Ciertamente no podemos ignorar que venimos saliendo de dos años duros. En muchas casas hay ausencias que se van a sentir, no se han cerrado todos los duelos. Hemos visto que en el 2021 más de 5 mil divorcios fueron tramitados.
No todo será alegría y gozo en muchos hogares. Es bueno que tomemos conciencia del escenario que nos toca vivir. En un contexto así, muchos usan el pretexto de las fiestas como una oportunidad de descarga emocional y se entrega a excesos.
Ese fenómeno ya comenzó a manifestarse desde días atrás con un tránsito caótico, multiplicación de accidentes de tránsito por imprudencia. Todo eso nos ubica ante un escenario vidrioso y explosivo a la vez.
No está mal comer y beber en una celebración y eso se nos habla en Eclesiastés 5:18. Sin embargo, hacemos una exhortación para que la prudencia sea el factor que domine nuestras fiestas y por encima de las prisas en las compras, seamos sabios para ser factores de equilibrio y sensatez donde nos toque pasar la reunión celebratoria de la Navidad.
Compartamos buenamente ese tiempo con nuestros seres queridos, en un marco de armonía, perdón y por qué no reconciliación.
Felices fiestas a todos!!!
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