En Mateo 22 encontramos la Parábola de la Gran Fiesta, en que los invitados a las bodas del hijo de un rey se negaron a asistir, recibiendo un duro castigo. El rey entonces invita a los que estaban en las calles, los cuales sí aceptaron. Uno no estaba vestido como para la ocasión, y también fue castigado.
La Parábola de las Diez Vírgenes, en Mateo 25, también habla de algo parecido.
¿Qué tienen en común ambos pasajes? El que personas invitadas a celebrar no aceptaron la invitación o no estaban preparadas para cuando llegara el momento.
¿Podríamos nosotros hoy perdernos esta gloriosa invitación del Señor? Sí, dado que Él mismo indica esa posibilidad.
Nos podemos distraer en mil actividades, tareas y compromisos. Todo eso puede estar bien mientras no violente el orden de prioridades que Dios ha establecido para nosotros.
Por cierto, Dios quiere que trabajemos y le sirvamos con intensidad. Pero nada debe amenazar el primer lugar de nuestras prioridades que Él demanda solo para sí.
Esta es una batalla diaria e intencional y la ganamos enfocados de todo corazón en Dios y Sus propósitos, en Su persona, disfrutando la comunión con Él cada día.
Primero Él mismo. Todo lo demás puede y debe esperar —aunque otros se molesten con nosotros. ¡Dios primero!
¿Qué hago al comenzar la jornada diaria? ¿Reviso mi celular? ¿Escucho o veo noticias? ¿Me acuerdo de los diversos compromisos que tengo? ¿Me agobian otros afanes?
¡Dios primero! Encontrarnos con Él, disfrutar Su intimidad. Orar. Adorar. Leer y estudiar Su Palabra. Recibir Su abrazo amoroso y consolador. Todo lo demás viene después.
Luchemos contra las distracciones. No nos durmamos espiritualmente, ni menos rechacemos la amorosa invitación a celebrar de nuestro buen Dios.
Preparémonos diariamente para la Gran Fiesta, a la que hemos sido invitados, la cual está cada día más cerca. ¡Que nadie deje de participar!
Walter Neufeld es fundador y presidente del ministerio evangelístico Jesús Responde al Mundo de Hoy.
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