Wolterstorff postula dos dualidades que la teología política busca entender. La relación entre dos manifestaciones del gobierno divino; el civil y el eclesiástico; y el dilema de la doble ciudadanía propia de cada cristiano. A partir de allí, refuta dos objeciones potenciales a su forma de enmarcar los problemas. Primero, anticipa la postura que estas dualidades sean inexistentes porque los estados no tienen autoridad divina, sino solo poder coercitivo sobre sus súbditos, y responde que la visión negativa del estado proviene de la identificación errónea del estado con poderes caídos. En realidad, «nuestros estados y otras estructuras sociales están bajo la influencia de poderes caídos. Pero no son idénticos«.
La segunda objeción proviene de aquellos que afirman que los cristianos deben verse a sí mismos como «extranjeros y peregrinos» porque tal es la naturaleza de la iglesia en el mundo. Wolterstorff responde que, en el bautismo, «uno adquiere una nueva ciudadanía adicional; uno no renuncia a su ciudadanía estadounidense … o lo que sea”. Él cree que la razón por la que 1 Pedro llamó a sus lectores «extranjeros» y «peregrinos» fue que los lectores judíos originales vivían en la diáspora, y por lo tanto eran literalmente extranjeros políticos.
Pasando a los conceptos de autoridad y gobierno, Wolterstorff distingue entre autoridad posicional y la autoridad moral. Él cree que las interpretaciones tradicionales de Romanos 13 se centran en la autoridad posicional. En resumen, cree que una lectura correcta de Romanos 13 apoya la idea de que el Estado es una «institución protectora de derechos y con derechos limitados«.
Wolterstorff ve al Estado como una entidad social con una estructura de autoridad autorizado por Dios con el fin degarantizar la justicia. Siempre que actúe con este propósito, sus directivas son vinculantes, pero en los casos en que las directivas del Estado realmente promuevan el mal, no tiene derecho moral a exigir obediencia. De hecho, la resistencia activa y la desobediencia civil» no sólo están permitidas, sino que en ocasiones son obligatorias «. Por lo tanto, la iglesia debe ser «un agente activo de resistencia a la injusticia y la tiranía y la privación«.
Además, argumenta que como la sociedad está impregnada por una multiplicidad y variedad de estructuras de gobierno-autoridad, el Estado es sólo una entre otras entidades sociales autorizadas por Dios. Wolterstorff cree que la vitalidad de las entidades sociales independientes del Estado es indispensable para la salud de la sociedad, porque «pone freno a las tendencias expansionistas del Estado«.
Wolterstorff postula que, si bien la iglesia es una estructura de autoridad entre otras, no nace de la carne, sino del Espíritu. La iglesia sostiene una afirmación política de que Jesús es el Señor, pero no es un movimiento político y no debe intentar establecer su propio gobierno civil. Así, el principio político más fundamental es que «la estructura social debe exhibir esa dualidad, esa separación institucional fundamental» entre iglesia y estado.
Su visión está respaldada por su fuerte creencia en la continuidad de los esfuerzos culturales en la nueva creación: … en la imagen escatológica de la ciudad tenemos la seguridad de que nuestros esfuerzos para hacer ciudades presentes de nuestros lugares humanos en los que vivir – con el tiempo podrá, a través de los patrones misteriosos de la historia, proporcionar las baldosas y maderas para una ciudad de deleite.
Por Isaias Vergara, Maestria en Política de Gobierno, Regent University, Director EPLS Desarrollo Organizacional
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