La misma élite dominante que plantea «el gran reinicio», una suerte de nuevo génesis con pensamientos que derrumban los valores cristianos y cree que la población mundial debe ser reducida, sin descartar que las vacunas sean una vía para lograrlo, induce por la vía de diversos sistemas persuasivos la conducta de multitudes.
Desde el segmento de la fe, han surgido personas que analizando la realidad que se manifiesta ante nuestros ojos, las exponen desde la perspectiva de las Escrituras. Desde luego hay una multitud de personas con «cosmovisión bíblica», vale decir que interpreta la realidad, la vida, el mundo, desde una óptica escritural.
EL DISCERNIMIENTO DE LOS TIEMPOS
Cuando David se preparaba para asumir el reinado sobre su pueblo, se rodeó de los hijos de Isacar «gente experta en conocer los tiempos» (1 Crónicas 12:32). Se refiere a un grupo capaz de discernir los acontecimientos desde la visión contenida en la Ley de Moisés y que operaba incluso como vigía ante los acontecimientos que rodeaban al reino para oportuno asesoramiento al Rey.
Sus miembros formaban parte de un ministerio espiritual de efectos sobre las decisiones políticas. Para el Nuevo Testamento, Jesús instauró 5 ministerios principales. A saber: Apóstol, Profeta, Evangelista, Pastor, Maestro «a fin de capacitar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo (la iglesia)». (Efesios 4:12)
Con ese mismo propósito repartió dones a los miembros de la iglesia. Así a unos les dio espíritu de conocimiento a otros espíritus de ciencia, espíritu de sabiduría y estos dones equivalen a ser «hijos de Isacar»; personas entendidas en los tiempos, a las que se les da una sensibilidad especial para percibir lo que acontece en nuestros días e interpretarlos conforme a las Escrituras.
En esta misma perspectiva, los que tienen el don de observar y percibir finamente los acontecimientos para ponerlos a conocimiento de la iglesia, en el Antiguo Testamento estaban los atalayas, los vigías espirituales.
En el original hebreo, atalaya significa “torre de vigilancia”; lugar alto que se construía sobre el muro de las ciudades para observar el movimiento del enemigo y avisar a la ciudad. El vigía tenía la obligación de velar y hacer sonar la alarma cuando se acercaba el peligro. El que cumpliendo esa misión se dormía, no hacía sonar la alarma cuando había peligro, recibía el castigo de la muerte.
El profeta Ezequiel es el que explica de manera indubitable las normas del atalaya y lo que ha profetizado tiene vigor hasta hoy. El vigía espiritual es un ministro y cumple una función importante para la iglesia a la que alerta de los peligros que la acechan.
El atalaya tiene sed de conocer el mensaje de Dios, escudriña las Escrituras, la consume, se alimenta de ella para mirar el mundo y sus acontecimientos tras ese cristal. Ezequiel al recibir su asignación cuenta que Dios le dijo “Hijo de hombre, alimenta tu vientre, y llena tus entrañas de este rollo que yo te doy. Y lo comí, y fue en mi boca dulce como miel” (Ezequiel 3:3). Se tragó un papiro con parte de la Escritura y tenía un sabor dulce.
TIEMPO DE ESTAR ALERTAS
La misión del vigía espiritual está muy bien descripta en el libro del profeta (Ezequiel 3:17,21). En nuestros días de mucha oscuridad y confusión, el «vigilante» es fundamental para la iglesia, aunque muchas veces la voz de alerta pasará por alto. Eso está advertido: “Más la casa de Israel no te querrá oír porque no me quiere oír a mí; porque toda la casa de Israel es dura de frente y obstinada de corazón” (Ezequiel 3:7)
Sin embargo, habrá medios de comunicación a su disposición y debe llegar con su advertencia en contra de las mentiras y todo tipo de amenazas. “Y vine a los cautivos de Tel-Abib que moraban junto al río Quebar y me senté donde ellos estaban sentados y allí permanecí siente días atónito entre ellos” (Ezequiel 3:15)
Se refiere a los habitantes de Jerusalén cautivos en Babilonia. Hoy Babilonia es el mundo perdido, engañado en los hogares, plazas, centros comerciales, calles, hospitales, cárceles. Es tarea del creyentado, identificar a los atalayas, aquellos que perciben los acontecimientos que se producen en estos tiempos y los enfocan desde lo que la Biblia señala.
En realidad, todo hijo de Dios debe atalayar a su casa, la empresa a la que sirve. Ver el peligro y tomar precauciones, advertir, avisar a los demás. En un plano más general, alertar a la congregación a la iglesia para que sus miembros actúen con sabiduría. «El avisado ve el mal y se esconde; Mas los simples pasan adelante y reciben el daño». (Proverbios 22:3)
Todos estamos viendo que el mundo va al despeñadero. Dios no está en las noticias, sino que indirectamente el maligno -por conducto de su obra- aparece en las portadas, los noticieros. Es responsabilidad de los vigías advertir de los engaños que operan entre nosotros y la alarma está sonando desde los cuatro puntos cardinales. El gran problema es que no todos la están oyendo.
Son tiempos malos. Que tus oídos y tu entendimiento estén alertas.
Por: Carlos Rodríguez. Conductor del Programa: Camino Libre emitido por RCC TV y RCC Radio
Dejá tu comentario