Bajo el cándido concepto de que “esas son ideas que no van a funcionar aquí” las sociedades dejaron crecer un enemigo que se valió de un nombre atractivo -“progresismo”- para instalar ideas que según anunciaban, transformarían la mentalidad con vistas a romper con una estructura teóricamente incapaz de llevar a las comunidades hacia caminos más prósperos.
De lo que pocos se percataron era de que el progresismo traía planteos que adosaban a su plataforma una enorme dosis de relajamiento en el cumplimiento de principios. Promovieron una cultura que apostaba al deleite como fundamento, señalando que el gozo, el placer era un factor ineludible para equilibrar la dureza de la vida y dar escapatoria a la presión proveniente de avanzar cada uno en su camino.
Si hasta entonces, la sociedad ponía en primer lugar los deberes del individuo para alcanzar derechos y mantener un vínculo interpersonal basado en principios y valores, tales fundamentos empezaron a diluirse bajo el avance de la idea del deleite. “Eso que te agrada, eso es lo que tenés que hacer”.
Bajo conceptos así, la idea de familia empezó a distanciarse del ideal de muchos jóvenes. El compromiso de largo plazo no era atractivo porque lo importante era el deleite y si como consecuencia de tal ejercicio sobrevenía una vida, era cuestión de ver cómo resolver ese “pequeño” problema y en aras del “progreso” la vida humana empezó a perder dignidad.
Si lo que te agrada es lo que debe importar, las barreras morales fueron derrumbándose y el sentido de honor se transformó, se perdió la vergüenza. El conservadurismo, vale decir la cultura sustentada en valores y principios como la familia, la defensa de la vida, empezó a ser cuestionado y avanzaron culturas vinculadas al aborto bajo cuyo imperio el ser humano se volvió desechable.
Lo que en el Tribunal de Núremberg fue castigado con la horca como delito de lesa humanidad, ahora se comenzaba a reescribir la historia, pero en sentido contrario. Los que matan inocentes hoy -en varias sociedades- ya no van a la horca, sino que son despenalizados, se les quitará el castigo porque la dialéctica usada incluso evita referirse a un asesinato. No, no hay un crimen, sino que una “interrupción voluntaria del embarazo”.
La terminología oculta el crimen y la ley disfraza el asesinato. A eso le llaman “progresismo” como indicando que el asesinato de inocentes conlleva al avance, al perfeccionamiento social cuando en realidad nos devuelve a los tiempos de barbarie. Engaño fatal.
Conviene a esta altura dejar en claro el pensamiento del Creador sobre el asesinato:
“Yo hice al hombre y a la mujer semejantes a mí mismo. Por eso, si algún animal los mata a ustedes, ese animal también tendrá que morir; y si alguno de ustedes mata a otra persona, también tendrá que morir”.
(Génesis 9:6 TLA)
Claramente, habrá un día un juicio justo en el que cada quien tendrá que rendir cuentas de sus actos. Sean legisladores, políticos, abogados, médicos que se pliegan a la irrupción de normas que consideran el asesinato como un derecho.
Y al amparo del “progresismo” aparecieron otros movimientos radicales que propiciaron la ideología de género, acientífica e inconducente, el feminismo que propugna la lucha entre los sexos, el ambientalismo radical, el animalismo, el transhumanismo, el pos humanismo.
Y se realizan experimentaciones en humanos, incluso para tratar de eliminar “el gen de la fe”. Se han publicado videos en los que se rinden informes sobre pruebas que se hicieron en talibanes, considerados fanáticos religiosos y no se sabe el resultado. Se están haciendo pruebas de alteraciones genéticas y tal vez en poco tiempo tengamos varios tipos de seres humanos liberatoriamente modificados.
Las instituciones, los valores que configuran el cimiento de nuestras naciones, son atacados y si la fe cristiana, eso que nos aferra a nuestras creencias más profundas se erige en un muro difícil de romper, pues la pandemia ha sido utilizada para atacar a la congregación de fe.
Los organismos internacionales están iniciando una intromisión al púlpito tratando de establecer límites a las prédicas porque hay pecados de los que no se deben hablar pues consideran en su perverso entendimiento, la predica de la verdad limitaría la libre determinación de la vida sexual de las personas que nacieron con un determinado sexo, pero se levantan en rebeldía contra sus cromosomas. Hasta eso implica “progresismo”.
A juzgar por los pésimos resultados del “progresismo” en Venezuela, Brasil, Argentina y otros países de la región en su función de gobierno, da la impresión de que, si no nos dejamos sorprender, puede que, en Paraguay, marque el final de su ciclo político, incluso antes de haberlo empezado.
De nosotros depende tomar decisiones sabias en las elecciones municipales que se aproximan.
Carlos Rodríguez – Periodista, Paraguayo – Conductor del Programa Camino Libre emitido por la Red Chaqueña de Comunicaciones
Dejá tu comentario