Aclaro que no estoy proponiendo romper las reglas sino que de entrada quiero afirmar que lo que conocemos institucionalmente como reglas de juego de la democracia política, no alcanzan para resolver el tamaño del problema.
Para ubicarnos mejor, un funcionario público honesto y deseoso de ajustarse al respeto de las normas, termina siendo víctima de la corrupción que está en el sistema. Por ejemplo, en el sistema de licitaciones que ya fue estructurado con amaños para romper con la idea de la oferta más ventajosa. El sistema está podrido y donde uno aprieta salta el pus.
En estas condiciones, si nos preparamos y elegimos al candidato más potable y con el perfil más próximo a la perfección, no lograremos avanzar mucho porque la podredumbre salió del ser humano para instalarse en la estructura. Primero hay que limpiar la estructura.
Es como esas intervenciones quirúrgicas en las que los galenos quitan de su lugar el órgano de un paciente mientras es conectado a un órgano sustituto y proceden a limpiar el cuerpo de podredumbre a fin de reinstalar luego el órgano natural.
No tengo idea del cómo hacer pero sí del qué hacer. Hay que entrar con un equipo multidisciplinario de limpieza a las instituciones y hacer una barrida de las normas y reglas de juego vigentes hasta donde se ha colado el virus de la insidia. Hay que hacer una tarea de disección y ver donde están las alteraciones orgánicas para reinstalar un cuerpo gobernante pero ya sobre bases sólidas de profilaxis previa.
Qué sentido tiene ponerle una pomada profiláctica sobre el forúnculo infectado. Hay que quitar el forúnculo. No se trata de pretender resolver el problema con alcohol en aerosol porque se necesita de una cirugía mayor ¿Curitas para el cáncer?
El concepto es que necesitamos restaurar primero la estructura que se llenó de kupi’í. Los pilares y las vigas de las instituciones están llenas de termiteros. Sería inconducente simplemente construir esperanzas ciudadanas, dándole dos manos de pintura electoral a lo que está profundamente pútrido.
Y si pretendemos que los partidos políticos resuelvan el problema, es que somos ilusos. Por eso hablo de buscar soluciones por fuera del sistema político tradicional. Los partidos políticos también deben entrar en terapia y liberarse de los tumores malignos que les restan oxígeno.
Grupos poderosos crecieron en sus cúpulas al amparo y beneficio de los multimillonarios subsidios y de la renta que produce el tráfico de influencias. Se adueñaron de las estructuras de gobierno partidario y desde ahí no se mueven.
Paraguay vive la conjunción de varias crisis y finalmente la que hoy vivimos -la crisis de credibilidad- es la más preocupante porque en medio de ella surgen gritos que denotan un trastorno sicótico compartido, un desvarío colectivo que es la evidencia indubitable de que un amplio sector de la población ha dejado de pensar para dedicarse simplemente a denostar, porque se ha desbordado su paciencia, su capacidad de comprender los hechos más claramente.
Entonces se dice “que se vaya Marito” o “que se vayan todos” pero sigue el kupi’í y quienes vengan hasta pueden traer más alimento para el kupi’i institucional sistémico.
Es por eso que en abordajes anteriores hablé de la necesidad de un pacto. Ponernos de acuerdo la industria, el comercio, la agricultura, la ganadería, la academia, los trabajadores y establecer un gobierno de profilaxis que elimine toda la infección acumulada en nuestras instituciones para devolverle sanidad, predictibilidad, vigor al sistema hoy exhausto, agotado, enfermo.
Si la clase manejada por emociones se autoconvoca para protestar, es el tiempo de que la clase dirigente se autoconvoque para actuar y resolver esta crisis que se va generalizando.
¿Se puede? Es cuestión de voluntad.
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