¿Por qué Jesús entró en Jerusalén?¿Buscaba llamar la atención, fama, reconocimiento, alabanza? NO, fue por amor a cada uno de nosotros, «para dar su vida en rescate por muchos» (Mateo 20:17-28).
Jesús estuvo dispuesto a ir a Jerusalén aun cuando sabía que allí sufriría la muerte.
Cuando Jesús y sus discípulos se acercaban a Jerusalén, Jesús pidió a dos de sus discípulos que fueran a una aldea a buscar un asna atada y un pollino que estaba con ella.
Les dio instrucciones claras para que pudieran encontrar a los animales sin problemas.
Cuando los discípulos regresaron con los animales, colocaron sus mantos sobre el pollino y Jesús se sentó encima. (Mateo 21.1-11)
¿Por qué había tanta gente en Jerusalén? Jesús y sus discípulos se encontraron con una multitud que había venido a celebrar la Pascua, una de las principales fiestas judías.
Para ese momento, la fama de Jesús se había extendido por toda la región. Y no fue la primera vez que intentaron proclamarlo rey. En Juan 6.15 dice: Pero Jesús, dándose cuenta de que querían llevárselo a la fuerza y declararlo rey, se retiró de nuevo a la montaña él solo.
Además, hacía poco que Jesús había hecho el milagro de resucitar a Lázaro (Juan 11), dio vista a los ciegos (Mateo 20) y quizá el pueblo pensó que había llegado el momento para declararlo rey.
La multitud reacciona inconsciente, cumpliendo las Escrituras, colocando sus mantos y ramas de los árboles sobre el camino para que Jesús pasara. (Mateo 21:8)
Esto fue anunciado por los profetas del Antiguo Testamento al hablar sobre el Mesías (Isaías 62:11, Salmo 118:25-26 y Zacarías 9:9).
¡Lo aclamaban rey! Y parecía que lo hacían con tanta alegría, con convicción, de todo corazón. Pero luego de un par de días fueron reveladas sus verdaderas intenciones.
Podemos decir, que la historia se repite cada año al recordar este evento. Encontramos a una multitud que…
Alaba al Señor, que vuelve a quitar sus “mantos y palmas”. Lo proclama rey. Tiene los ojos cegados al interpretar la Palabra de Dios de acuerdo a sus intereses. No se da cuenta que las Escrituras son cumplidas ante sus ojos.
¿Por qué la multitud proclama a Jesús como rey? El pueblo de Israel esperaba al Mesías como libertador político. Anhelaban ser libres de la opresión política del momento. Al ver a Jesús sobre el pollino, pensaron en Él como el gran libertador que esperaban.
El pueblo de Israel estaba cansado de la opresión del Imperio Romano, de Herodes, de Pilato, de los impuestos, de los tributos y esperaban a ese Mesías Político que los liberaría de todo lo que implicaba esto.
Pero el Plan de Dios apuntaba a vencer al que tenía el imperio de la muerte, al enemigo de nuestras almas, al propio Satanás, por medio del sacrificio de Cristo Jesús, que se entregó, en propiciación por nuestros pecados.
Jesucristo no vino a conquistar las naciones utilizando la fuerza ni la espada, como los reyes de la tierra, sino a conquistar con amor, misericordia y verdad, entregándose como sacrificio en favor de su pueblo.
En este relato, encontramos una vez más, a un pueblo que da la espalda a Dios en el momento que no recibe algo de acuerdo a sus expectativas.
Recibieron a Jesús con canciones, mantos y palmas el primer día de la semana y para el viernes ya gritaban ¡crucifícale!
Querían un Dios para satisfacer sus necesidades inmediatas, pero se encontraron con un Dios interesado en las necesidades espirituales y eternas.
Aquí también encontramos,a un Dios de amor que cumple sus promesas establecidas en las Escrituras.A un pueblo que reiteradas veces alaba sin entendimiento a Dios. Aun pueblo dispuesto a creer en un Dios “creado a imagen y semejanza de ellos” para cumplir sus deseos egoístas. Y si eso no ocurre, le dan la espalda. Y por último, un Dios que guía la historia y no se deja manejar por las circunstancias.
A modo de conclusión. Quienes nos consideramos cristianos debemos aprovechar cada Domingo de Ramos y todos los días de nuestra existencia para alabar de todo corazón y con entendimiento a Jesús, el Rey de Reyes, Señor de Señores, nuestro Dios y Salvador. Nadie más en este mundo merece nuestra alabanza, porque Él se entregó para salvarnos de la muerte eterna: ¡solo Jesús!
Abramos la puerta de nuestro corazón a Jesús. Proclamemos a ese Jesús para ocurra esa entrada triunfal en cada ciudad y nación, ese fue el deseo de Dios al decir “id por todo el mundo y predicad este evangelio”.
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