Desde el candidato que promete resolver todos los problemas del municipio si tan solo se le vota, al anónimo operador de un centro de llamadas que ofrece el oro y el moro si uno “se porta”, pasando por el gurú de moda con sus frases plásticas para toda situación o problema, hasta la celebridad religiosa que ofrece sus libros o seminarios para el éxito asegurado en siete pasos.
Promesas. Puras promesas, que, por cierto, son imposibles de cumplir.
Uno podría pensar que de tanta desilusión ya no habría espacio para los que prometen irresponsablemente, que ya nadie les creería. Pero no es así.
El ser humano necesita creer en algo, esperar algo, apuntar a algo. El empresario más exitoso sigue invirtiendo y arriesgando capital motivado por la promesa de resultados positivos, por la esperanza de éxito, por la fe en sus capacidades. Así también el sencillo cazador o recolector que se adentra en lo profundo de la selva para buscar su sustento y el de su clan.
Lo necesita el niño que mira el mañana anhelando cierto tipo de vida para sí o, por lo menos, ciertas cosas. Lo necesita la joven que espera ser amada, ser esposa y madre, y también contribuir al bienestar de los suyos y su comunidad. Hasta el anciano lo necesita, para asegurar paz y seguridad a su corazón en la etapa final de su vida terrenal.
El punto entonces, no es si creemos, sino en qué y en quién creemos, qué promesas abrazamos para nosotros, qué decidimos esperar. Y esto hace toda la diferencia,
Desde nuestra perspectiva como cristianos, sabemos a ciencia cierta que solo Dios es absolutamente fiel y verdadero, y que cumple cabalmente todas y cada una de sus promesas. Lo sabemos porque Él se ha revelado a sí mismo como tal: “Reconoce, pues, que el Señor tu Dios es Dios, el Dios fiel, que guarda Su pacto y Su misericordia hasta mil generaciones con aquellos que lo aman y guardan Sus mandamientos” (Deuteronomio 7:9).
Por ello se nos llama a confiar permanentemente en el Señor: “Mantengámonos firmes sin titubear en la esperanza que afirmamos, porque se puede confiar en que Dios cumplirá su promesa” (Hebreos 10:23). Él cumplirá, sin duda alguna: “El que los llama es fiel, y por eso hará todo lo que ha dicho” (1 Tesalonicenses 5:24).
Si quieres verdadera bendición y genuina prosperidad, si quieres más que las falsas promesas de este mundo, pon tu confianza en el Señor. Pon en Él tu fe y tu esperanza, y no serás defraudado. “Pero benditos son los que confían en el Señor y han hecho que el Señor sea su esperanza y confianza” (Jeremías 17:7).
Walter Neufeld es fundador y presidente de la Fundación Jesús Responde al Mundo de Hoy, Ñemby














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