Todos somos hijos de un padre terrenal, aunque no le hubiéramos conocido. Y muchas personas —incontables, de hecho— carecen de una figura paterna, por abandono, ausencia, abuso, desprecio, descuido, tradiciones culturales. Y la lista puede seguir.
Este no es el plan de Dios. Él estableció la familia, donde un padre y una madre aman, cuidan, proveen, dan identidad, educan, disciplinan, animan y acompañan a sus hijos. que son un regalo del Cielo.
Por otra parte, el plan de Dios le envuelve a Él directamente. Él se revela como Padre eterno, compasivo, tierno y amoroso, para todos los que reciben Su paternidad, creyendo en el Evangelio y sometiéndose a Su autoridad.
Juan 1:12 nos dice que Él da el derecho de llegar a ser hijos Suyos a los que cumplen Sus requerimientos, mientras 1 Juan 2:1 declara que somos hijos de Dios. Muchos otros pasajes del Nuevo Testamento, incluyendo palabras del mismo Jesús, subrayan esta realidad.
El apóstol Pablo lo aclara aun más y afirma que hemos sido adoptados por Dios como Sus hijos, y que por tal razón clamamos “¡Abba, Padre!”, que sabemos es un término para dirigirse al Altísimo en intimidad, confianza y familiaridad (Ro 8.14-17; Gá4.5-7).
El Salmo 68.5 lo muestra como Padre de huérfanos y defensor de viudas. Él ve a los desvalidos y vulnerables, los lastimados y sufrientes, los solitarios, abandonados, despreciados. Los ve, y los atiende. Es Padre y Defensor. No hay persona en esta tierra, por más abandonada que esté, que no pueda llegar a experimentar la maravilla del amor de Dios.
En resumen, tuviéramos o no una feliz experiencia con nuestro padre terrenal, Dios quiere que le conozcamos también en esa dimensión de Padre perfecto. Eso sanará heridas, afirmará nuestra verdadera identidad y nos fortalecerá para cumplir el propósito que Él ha dado a cada uno.
Celebremos a nuestro padre, si aún lo tenemos con nosotros. Honremos su memoria si ya ha partido. Perdonemos si no fue lo que debió haber sido, pero, sobre todo, abramos nuestra vida para que el Dios Todopoderoso sea nuestro Padre y nos lleve de la mano hacia la patria celestial mientras nos reste vida aquí en esta tierra.
El Padre espera por ti.
Walter Neufeld, fundador y presidente de la Fundación Jesús Responde al Mundo de Hoy
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