Durante su intervención, Peña asumió “en parte” la responsabilidad de su propio canciller, pero extendió la crítica a ambas cancillerías, señalando que resulta incomprensible que, medio siglo después de la inauguración del Puente de la Amistad, los aparatos diplomáticos de ambos países no hayan sido capaces de acordar una fecha común para celebrar un nuevo símbolo de integración.
“Las cancillerías no se han podido poner de acuerdo para que usted y yo podamos encontrarnos en el medio de ese puente y celebrar un hecho histórico”, lamentó el mandatario paraguayo, dejando al descubierto una fisura institucional que contrasta con el discurso oficial de integración regional.
PUENTE BIOCEÁNICO
El presidente Peña fue más allá y calificó la situación como un episodio marcado por “explicaciones y excusas”, reflejando un descontento que trascendió lo protocolar. Incluso, en tono irónico y directo, desafió públicamente al presidente Lula a coordinar personalmente la inauguración de un futuro puente entre Carmelo Peralta (Paraguay) y Puerto Murtinho (Brasil), ante lo que consideró una evidente incapacidad de los equipos diplomáticos.
“Si quiere intercambiamos número de teléfono y coordinamos usted y yo la mejor fecha, porque claramente los cancilleres han demostrado que no son capaces de ponerse de acuerdo”, afirmó Peña, con testigos y micrófonos de por medio, en una declaración poco habitual en el lenguaje diplomático.
El episodio deja al descubierto una paradoja: mientras se celebran obras de integración física entre países, la integración política y administrativa sigue atrapada en la lentitud de la burocracia. La llamada “doble inauguración” del Puente de la Integración no solo simboliza un cruce fronterizo, sino también una desconexión institucional que debilita el mensaje de unidad entre dos socios estratégicos del Mercosur.














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