— Don Korny Neufeld, muy buenos días. Felicitaciones por este nuevo aniversario. ¿Qué se celebra hoy exactamente?
— Muy buenos días. En verdad, hoy conmemoramos la fundación de la colonia Fernheim, el 1 de julio. Pero como tenemos tantas cosas que festejar en Fernheim, decidimos conmemorar esta fecha sin hacer un gran festejo. Porque el verdadero festejo lo hacemos el 25 de noviembre, fecha de nuestra salida de la Unión Soviética, un momento mucho más importante para nuestra comunidad.
— Usted es licenciado en educación, un historiador reconocido, y conoce muy bien la historia de la colonia. Se dice que fueron 60 las primeras familias fundadoras. ¿Cómo se origina la colonia Fernheim?
— Es todo un tema. Todo empezó con el régimen (comunista) en la Unión Soviética. Nuestra gente no tenía cómo seguir viviendo ahí. Solo había dos opciones: el destierro con muerte segura, o la huida. Muchos procuraron huir, y apenas un tercio de los que lo intentaron en 1929 lograron pasar por el “portal de la libertad”, como lo recordamos en nuestro parque. Todos querían ir a Canadá, pero Canadá solo aceptaba gente joven y sana. Nosotros teníamos ancianos, enfermos, y Paraguay abrió sus puertas. Nuestra colonia vecina, la colonia Menno, se había fundado tres años antes. Entonces, un grupo de 1.700 personas fue destinado al Chaco paraguayo.
— ¿Cómo se organizó el viaje y la llegada al país?
— 1.700 personas eran muchas para los barcos disponibles, así que se organizó el viaje en cuatro grupos grandes y tres pequeños. El primer grupo llegó en abril, el segundo en mayo. Estos dos grupos, que sumaban unas 60 familias, se establecieron en Trébol. Fundaron las primeras aldeas: colonia 1, 2, 3, luego 4, 5 y parte de la 6. Cada aldea tenía 25 familias. Ya con el segundo grupo, se convocó una Asamblea el 1 de julio en Trébol, donde se deliberó sobre el nombre. Como veníamos de tan lejos, incluso desde Siberia, decidieron llamarla Fernheim: “hogar en la lejanía”.
— Hoy, 95 años después, se observa un gran progreso. ¿Cómo se logró todo esto históricamente?
— Primeramente, confiando en Dios y sabiendo que no había retorno. Para nuestra gente no hubo forma de volver, ni uno solo lo ansiaba. Allá no había vida. En el Chaco, al menos, teníamos libertad. Luego, la gracia de Dios. El primer monumento que tenemos dice: “Hasta aquí nos ayudó el Señor”. Y en el centro de Filadelfia están nuestros tres pilares: fe, trabajo y unidad. También había deudas. Nuestra gente llegó con tres grandes préstamos: el equipamiento básico, el viaje y la compra de tierras. Todo se adquiría con crédito gestionado por el Comité Menonita en Alemania.
— ¿Cómo se adquirieron las tierras y cuál fue el trato con el gobierno paraguayo y los pueblos originarios?
— El gobierno paraguayo, junto con la firma Carlos Casado, tenía interés en poblar el Chaco y demostrar al vecino país Bolivia que aquí había inmigrantes establecidos legalmente. Se creó una Corporación Paraguaya, una cooperación con Mick Roberts, que negoció el precio de las tierras. Pero nos cobraron más de lo debido. Mientras la colonia Menno pagó 12 dólares por hectárea, a nosotros nos pidieron 20. Finalmente, nuestra gente logró negociar un precio más bajo, pero aun así, pagar 2 dólares por hectárea era mucho. Esta deuda duró hasta 1947, cuando recién fue saldada por nuestros padres, que la heredaron.
— ¿Cómo se sustentaban económicamente en esos primeros años?
— Con la producción agropecuaria: maní y algodón. Todo estaba cuidadosamente anotado. El agua fue otro gran desafío, como también la tifoidea, la falta de caminos y la escasa provisión de alimentos. La Corporación Paraguaya tenía el compromiso de proveer alimentos por un año y medio, pero fracasaron. Entonces, el 13 de mayo de 1931, en Trébol, se fundó el equipo económico propio que comenzó a comprar y repartir los víveres. Así nació Filadelfia, como nuevo centro administrativo, el 17 de agosto del mismo año.
— ¿Es cierto que la primera cooperativa del Paraguay se fundó aquí?
— Así es. El 13 de mayo de 1931 se fundó la Cooperativa Fernheim. Aunque el registro oficial se dio más tarde, ese día se declaró que tendríamos un sistema cooperativo para la compra y venta de productos: traer insumos desde Asunción y enviar allí nuestra producción (maní, algodón y otros). Así comenzó este negocio económico solidario.
— Otro aspecto importante: el idioma. ¿Cómo se preservó el dialecto menonita, el Plotich, a lo largo de casi un siglo?
— Igual como el guaraní en Paraguay, este idioma es parte de nuestra identidad cultural, junto con la fe y algunos elementos culinarios. Todos los que pasaron por el portal de la libertad hablaban este dialecto. Además, todos conocían también el alemán culto. Éramos bilingües. En mi caso, mi familia hablaba el alemán culto en casa, pero aprendimos el dialecto de nuestros vecinos. El Plotich es un idioma muy expresivo, ideal para expresar sentimientos profundos.
— Por último, ¿Qué papel han desempeñado las mujeres en la historia de la colonia?
— Muy importante. En el museo agropecuario les dedicamos un espacio especial. Las mujeres eran las guapas: mantenían la familia, buscaban agua, hacían las casas, revocaban con estiércol de vaca; fabricaban adobes, y muchas eran enfermeras. Usaban trineos para acarrear agua en tambores de 200 litros, aunque en muchos pozos el agua era salada. Las mujeres fueron fundamentales, y por eso en una foto del museo las honramos como las verdaderas constructoras de Fernheim.
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