La corrupción, lejos de ser un fenómeno con un «color de partido» específico, se ha transformado en una práctica lamentablemente normalizada y, en muchos casos, cultural. Esta realidad se manifiesta en una cadena de actos que van desde la pequeña falta hasta el gran desfalco, demostrando que el problema no se limita a las esferas de poder:
-En lo cotidiano: La «coima» al policía de tránsito, la compra de productos de contrabando (combustible, alimentos), y las prácticas deshonestas en la educación, como el copiar en exámenes o incluso el ingreso irregular de profesionales al sistema público.
-En lo laboral y cívico: La evasión de impuestos, la búsqueda de habilitaciones municipales en jurisdicciones más baratas para eludir normativas, el incumplimiento de las horas laborales pactadas (el «planillero»), y el pago a policías o jueces para influir en causas judiciales.
Esta cadena de complicidad evidencia que la corrupción política tiene un espejo en el sector privado y en la ciudadanía.
Si los políticos de turno son capaces de solicitar y recibir sobornos, es porque hay un sector que los recibe y los aprueba con su silencio o su participación activa.
Un llamado a la integridad y la independencia
Valoramos profundamente la reciente movilización ciudadana impulsada por la Generación Z este domingo. Su capacidad de convocatoria y el ímpetu de las nuevas generaciones son fundamentales para exigir un cambio real.
No obstante, lamentamos que la genuina y valiosa intención de esta convocatoria haya sido manchada o cooptada por la injerencia de sectores políticos, ONGs de corte progresista y grupos comunistas.
Es crucial que el despertar cívico contra la corrupción mantenga su independencia y neutralidad para que su mensaje no se diluya ni se instrumentalice para agendas partidarias o ideológicas.
El verdadero cambio debe nacer desde la base. La propuesta es un llamado a la responsabilidad individual y a la transformación cultural:
«Debemos iniciar cambiando nosotros, hablar y dar el ejemplo desde la casa, enseñar a nuestros hijos que la rendición de cuentas debe ser normal en nuestra vida. Es urgente desnormalizar estas prácticas y actuar con integridad en todos nuestros roles.»
Se insta a la ciudadanía a reflexionar sobre su propio rol en esta «coreografía» y a ser un agente de cambio activo, promoviendo la ética, la transparencia y la legalidad desde los entornos más cercanos.














Dejá tu comentario