La secretaría de Estado explica que el “Violentómetro” es un material gráfico que funciona como una regla de medición, clasificando distintos tipos de violencia que pueden estar presentes en la vida cotidiana. Permite reconocer comportamientos que, aunque parezcan “inocentes”, son indicadores de control, manipulación o desvalorización que pueden escalar progresivamente.
La herramienta está estructurada en tres niveles representados por colores, a modo de semáforo: Amarillo: señales iniciales de control, celos excesivos, invasión de privacidad o restricciones en la movilidad. Naranja: conductas agresivas que ya afectan de forma directa la integridad y autoestima de la mujer. Rojo: violencia extrema que puede conducir a agresiones físicas graves, abuso sexual e incluso al feminicidio.
Creer que los celos, la posesión o las descalificaciones son muestras de amor constituye un error que expone a las víctimas a un entorno cada vez más violento. El Violentómetro invita justamente a revisar esas ideas normalizadas y a actuar antes de que la agresión avance hacia niveles irreversibles.
Subraya que identificar la violencia desde su origen es vital. La mayoría de las personas solo la reconocen cuando ya se manifiesta con golpes, amenazas o hechos trágicos, pero es en las primeras señales donde existe la mayor oportunidad de prevención. Visibilizar su progresión permite comprender que ninguna forma de violencia es aceptable y que detenerla a tiempo puede salvar vidas.














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