Los cursos de bordado se estructuran en niveles, permitiendo que las participantes avancen desde técnicas básicas hasta métodos más complejos, que incluyen el bordado de flores y la aplicación de pedrería.
A través de estas actividades, las mujeres no solo adquieren conocimientos prácticos, sino que también se ven inmersas en un proceso creativo que fomenta el empoderamiento personal. Según Rosalía González, directora de Bienestar y Reinserción Social, el objetivo es que cada interna es acceder a oportunidades laborales post-penitenciaría.
La práctica del bordado tiene beneficios psicológicos significativos. La ciencia sugiere que esta actividad ayuda a reducir el estrés y la ansiedad, al mismo tiempo que mejora la concentración.
Además, al trabajar con sus manos en proyectos creativos, las participantes experimentan un sentido de logro personal al completar sus obras. Esta sensación de éxito nutre la autoestima y puede abrir puertas al emprendedurismo, ofreciendo a las mujeres una alternativa real para su futuro fuera de la prisión.
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