En opinión del Dr. Fernando Griffith, exministro de Culto, invitado especial al programa, este fenómeno tiene raíces profundas en un cambio de paradigma educativo, que no solo afecta al Paraguay, sino también a todo Occidente. “El modelo educativo que vos y yo conocimos era más agustiniano, que se centraba en la figura del maestro como transmisor de conocimiento, capaz de emocionar a los alumnos con la historia, la filosofía, los grandes relatos que forjaban identidad”, expresó.
Pero, –añadió- hoy predomina un “sistema de inspiración russoniana”, donde el alumno es el “centro”, y se parte de la idea de que el bien surge de él naturalmente. Comentó que Rousseau, al negar el pecado original, propuso que el hombre es bueno por naturaleza, lo que en educación se traduce en que todo saber valioso debe emanar del niño, no del maestro. “Por eso ya no se habla de alumnos, y el docente pierde protagonismo, lo que termina diluyendo el valor de contenidos, como la historia”, alertó.
Dijo que en este nuevo modelo, el conocimiento y la verdad se relativizan. La historia deja de ser una disciplina central, y se vuelve algo accesorio. “Esa indiferencia es peligrosa”, advierte Griffith. “Empezamos por el olvido, como decía Saramago, pero terminamos cayendo en la indiferencia. Y si sos indiferente a tu país, ¿cómo van a ser sus leyes? ¿Cómo va a ser su economía?”, etcétera, preguntó.
Añadió que entender la historia del Paraguay es esencial para valorar lo que costó la independencia, porque “la libertad no fue gratuita”. Afirmó que la civilización paraguaya se forjó con trabajo, con resistencia, con una visión clara de soberanía, incluso desde tiempos prehispánicos. “Las culturas guaraníes ya construían independencia cultivando la tierra, a diferencia de otras que solo extraían. Ese esfuerzo histórico exige ser contado”, enfatizó.

Al señalársele que, según algunos historiadores, Paraguay logró su independencia “sin derramar una gota de sangre”, señaló que la historia es más compleja de lo que suelen relatar los manuales escolares. Recordó que en 1810, en Buenos Aires, se formó una Junta que expulsó al virrey Cisneros. Dijo que aquello fue una maniobra geopolítica británica, ejecutada con apoyo de la élite porteña; e Inglaterra, tras fracasar en dos invasiones militares, cambió de estrategia y optó por una invasión cultural, económica y financiera. “Para ello diseñaron el Plan Maitland, mediante el cual enviaron a figuras como San Martín a “liberar” el continente. En realidad, respondían a intereses británicos” sostuvo.
LA HISTORIA ES RESISTENCIA Y SOBERANÍA
Sobre el punto, destacó que el Paraguay resistió esa imposición gracias a figuras como José Gaspar Rodríguez de Francia, que entendieron el peligro de someterse a intereses extranjeros. “Francia, bien formado e intelectualmente brillante, supo que la propuesta de Buenos Aires era solo una fachada del liberalismo británico, y por eso desarticuló las élites locales”, rememoró.
Advirtió que por estas razones comprender esta historia es clave. Sin ella, los jóvenes quedan vulnerables al relato fácil, al olvido cómodo. Y sin memoria histórica, la nación pierde rumbo. El sistema educativo actual, al relegar la historia, contribuye a esa “amnesia colectiva”. “Porque la historia no es solo pasado. Es identidad, es resistencia, es soberanía. Y mientras el sistema educativo occidental continúe considerando irrelevante la historia, más frágiles serán nuestras repúblicas”, alertó.














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