Durante su intervención, Nicora dejó en claro que el Gobierno apuesta a un nuevo modelo de gestión penitenciaria, sustentado en tres pilares: formación permanente, autoridad firme del Estado y dignidad humana, sin concesiones frente al crimen organizado.
“El Estado no se resigna. La seguridad pública se construye con formación, con profesionalización y con gestión”, afirmó, al destacar que el sistema de justicia no puede reducirse a trámites administrativos ni a la entrega de títulos, sino a instituciones que funcionen.
CAPITAL HUMANO ANTES QUE INFRAESTRUCTURA
Si bien el Ministerio de Justicia avanza con la habilitación de nuevos complejos penitenciarios —como Minga Guazú, Martín Mendoza y el Complejo de Rehabilitación Social (COMPLE)—, el ministro fue enfático en marcar una diferencia: sin funcionarios capacitados, ninguna inversión alcanza.
“Podemos habilitar infraestructura y tecnología, pero si no nos centramos en el capital humano, no vamos a tener éxito”, sostuvo Nicora, subrayando la necesidad de jerarquizar al personal penitenciario mediante instrucción, capacitación y mejores condiciones laborales.
En ese marco, destacó que cerca de 4.000 nuevas plazas penitenciarias contribuirán a aliviar la sobrepoblación carcelaria, uno de los principales factores que alimentan la corrupción, la violencia y el descontrol dentro del sistema.
MANO FIRME, CORAZÓN COMPASIVO
Uno de los conceptos más relevantes del discurso fue la reivindicación del equilibrio entre autoridad y humanidad. Nicora resumió esa visión en una frase que definió el rumbo de la política penitenciaria: “mano firme, corazón compasivo”.
“El Estado paraguayo no va a dudar en imponer toda su fuerza cuando sea necesario. No vamos a ser transigentes con ninguna organización criminal”, advirtió, al recordar el punto de inflexión que marcó el operativo Beneratio, seguido de acciones como Umbral, Umbral 2.0, Yoapy y Kuahya’a.
Según el ministro, estas intervenciones permitieron recuperar el control del sistema penitenciario y tomar decisiones sin chantajes, presiones ni extorsiones, incluso con la cooperación de personas privadas de libertad durante traslados masivos.
FORMACIÓN COMO POLÍTICA PÚBLICA
Nicora también puso rostro humano a los números: funcionarios que estudiaron tras largas jornadas laborales, docentes e instructores que enseñaron por vocación, y equipos de gestión que sostuvieron la logística y la coordinación del proceso formativo.
“La justicia y la seguridad no se construyen con discursos formales, sino con instituciones que funcionen, con reglas claras y con formación permanente”, afirmó.
En el tramo final, el ministro reconoció que aún persisten desafíos estructurales —corrupción, extorsión, viejas prácticas y falencias en servicios básicos—, pero aseguró que la capacitación es el camino para desterrarlas.
“Cuando el sistema penitenciario se profesionaliza, gana el Estado. Cuando la formación se vuelve política pública, gana la sociedad. Y cuando el servicio se ejerce con ética y humanidad, gana la justicia”, concluyó.














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