Hasta ahora, lo único esbozado es un trazado preliminar que seguiría de manera paralela la Ruta Bioceánica que cruza el Chaco paraguayo, partiendo de Brasil y concluyendo en la provincia argentina de Salta. Sin embargo, la comisión técnica (si es que existe realmente tal comisión) encargada de evaluar la viabilidad del ducto aún no inició los trabajos de relevamiento ni inventario de los más de 2.000 kilómetros que demandaría el tendido.
Los especialistas advierten que el proyecto requiere no solo tiempo, sino también de una inversión inicial significativa para pagar a consultores, estudios de ingeniería, movilidad y logística. Pero, según fuentes vinculadas al sector, nadie parece dispuesto a asumir esos costos, ni siquiera el Estado paraguayo, lo que mantiene el plan en un “limbo financiero y técnico”.
Incluso se han lanzado versiones sobre modalidades de construcción —como un ducto aéreo colgado en puentes o uno subfluvial bajo el río—, aunque todas ellas son apenas ideas que deberán ser validadas por profesionales especializados mediante licitaciones y convocatorias aún inexistentes.
En este contexto, la falta de definiciones concretas alimenta las dudas: ¿se trata realmente de una apuesta estratégica para la región o de otra gran “venta de humo” en un país que ha escuchado demasiadas promesas de integración, sin ver resultados tangibles?
EN RESUMEN
- Aunque fue presentado como un proyecto transformador, el gasoducto bioceánico sigue sin estudios de factibilidad ni financiamiento, lo que despierta dudas sobre si se convertirá en otra gran promesa incumplida.
- La falta de avances técnicos y financieros convierte al gasoducto bioceánico en un proyecto que, por ahora, existe solo en el discurso oficial.
- Sin estudios, sin presupuesto y sin responsables claros, el gasoducto bioceánico parece más un anuncio de ocasión que una apuesta real de integración energética.
- El trazado existe, pero no la obra: Paraguay corre el riesgo de vender otra ilusión de desarrollo sin bases concretas.














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