En su intervención en CPAC Paraguay, Alfred Fast citó “tres verdades” sobre el cambio climático, y sus derivaciones políticas, económicas y sociales”, y adelantó que lo haría “con palabras directas, sin vueltas”: 1- Los recursos del planeta no son escasos, son abundantes. 2- Los seres humanos no somos el problema, somos la solución y tenemos una dignidad que hay que proteger. 3- Los seres humanos no somos causantes del cambio climático con nuestras emisiones de CO₂.
Fast se identificó inicialmente como ingeniero agrónomo, nacido en esta tierra, hijo de inmigrantes que han venido al Paraguay huyendo de la guerra, así como miles de otras personas, que encontraron en Paraguay, la tierra de la libertad y el trabajo, de la esperanza y la vida. “Pero no hay libertad sin verdad, tampoco justicia ni paz. Tenemos que buscar la verdad y defenderla”, afirmó.
Mencionó que hay tres verdades sobre el cambio climático y sus derivaciones políticas, económicas y sociales. “Ahora bien, debemos preguntarnos ¿Dónde nace todo esto? ¿Cuál es el origen de las ideas que sustentan la narrativa catastrofista climática? La batalla cultural existe y es principalmente espiritual, afectando la dignidad humana. Aunque se libra en la cultura, en realidad es una confrontación entre el bien y el mal”, aseveró.
EL ECOLOGISMO NO NACE DE LA CIENCIA
En ese orden, fue categórico al expresar que el ecologismo no nace de la ciencia, sino como una filosofía política vinculada al socialismo, especialmente desde Ernst Haeckel en 1869, quien buscaba negar a Dios y victimizar a la tierra como sujeto revolucionario. Dijo que a lo largo del tiempo, ideólogos marxistas, la Escuela de Frankfurt y el postmodernismo, lo usaron como herramienta contra la propiedad privada, la familia y el cristianismo. “Marcuse lo expresó claramente: “o socialismo o destrucción”. No les interesaba la verdad ni la evidencia, sino la causa. Así, el ecologismo se convierte en la coartada perfecta para despreciar al ser humano y atacar la civilización, el progreso, la familia y la tradición”, remarcó
Agregó que ya en el Volumen I de “Das Kapital” Marx decía claramente: “La producción capitalista perturba el metabolismo entre el hombre y la tierra, es decir, impide el retorno al suelo de sus elementos constitutivos consumidos por el hombre”.
DESPRECIO DISFRAZADO DE AMOR
Al respecto, apuntó que el ecologismo radical no es amor por la naturaleza, sino una forma disfrazada de desprecio hacia la humanidad. “Roger Scruton lo describió como una religión secular que usa la veneración de la naturaleza para alimentar resentimiento contra el ser humano, diferenciando entre el verdadero cuidado de la creación y su versión ideológica. Esta visión convierte al hombre en una “plaga”, fomentando culpa y vergüenza en lugar de responsabilidad. Así, bajo una apariencia noble y moralmente incuestionable, el ecologismo se ha convertido en el gran consenso de nuestra época, presente en universidades, medios y políticas públicas”, aseveró.
Sobre el punto, añadió que la narrativa es “seductoramente simple” y aparentemente irrefutable, donde la humanidad, en su capitalista arrogancia codiciosa, está destruyendo el único hogar que tenemos. Alertó que el ecologismo anuncia un “apocalipsis climático” y exige abandonar el consumo y aceptar límites drásticos al desarrollo. “Se presenta como altruismo puro, con activistas elevados a santos laicos: Greta Tunberg como profeta adolescente y manifestantes radicales como héroes morales. Aunque hoy se viste de postmodernismo WOKE, mantiene sus raíces socialistas y los mismo objetivos de siempre. Además se autoproclama única posición científica y ética posible, tachando de “negacionista” o “conspiratorio” a cualquiera que cuestione su narrativa”, advirtió.
«ODIO A LA HUMANIDAD»
En otro momento, Fast afirmó que la superficie engañosa del ecologismo ha logrado hacer que el odio a la humanidad parezca la forma más refinada del amor universal, y que como consecuencia directa de esta narrativa que tantos han “comprado”, donde los gobiernos compiten por demostrar su compromiso verde. “Las corporaciones invierten billones en parecer sostenibles. Las universidades crean departamentos enteros dedicados a estudios ambientales. Las escuelas enseñan a los niños que su deber principal como futuros ciudadanos es minimizar su huella de carbono y sentir culpa apropiada por el mero hecho de existir como seres humanos”, aseveró.
Señaló que el vocabulario mismo del ecologismo se ha vuelto “sagrado”: descarbonización, carbono cero, huella ecológica, justicia ambiental. Dijo que estas palabras funcionan como “mantras” que otorgan virtud instantánea a cualquier producto, política o persona que las invoque. “Absolutamente todo está teñido hoy de esta retórica verde ambientalista. El pecado original del ecologismo es simple: ser humano en el mundo moderno. Nacimos en una sociedad industrial, por lo tanto, somos, según ellos, cómplices de la destrucción planetaria. Respiramos, consumimos, existimos, y cada uno de estos actos nos convierten en enemigos del planeta tierra. La redención está disponible para aquellos dispuestos a someterse a los nuevos mandamientos: Cambia tu dieta, tu transporte, tu estilo de vida. Por sobre todo no comas carne y no tengas hijos para salvar a la tierra”, expresó.
Alertó que el chivo expiatorio está claramente identificado: la civilización occidental y sus valores cristianos, particularmente en su forma productiva e industrial. Pero la verdad, según Fast, es que el mundo nunca estuvo mejor alimentado que hoy, gracias a la producción agropecuaria, a las empresas que se crean, al comercio, a la fuerza de la gente que es capaz de buscar su bienestar por sus propios medios. “El trabajo, la libertad económica, el genuino deseo de salir adelante de las familias, las empresas y los individuos libres, hacen su parte de manera natural. La pobreza está disminuyendo en el mundo y en nuestro país en los últimos 20 años”, manifestó.
IDEOLOGÍA ENGAÑOSA: UN “CABALLO DE TROYA”
El expositor aseveró asimismo que la idea de que la Tierra mejoraría sin humanos es engañosa, puesto que la creatividad e innovación humanas han producido soluciones que benefician a la naturaleza, haciendo que recursos que parecían limitados se vuelvan abundantes.
Alertó que el ambientalismo promovido por el socialismo funciona como un «Caballo de Troya» para expandir el Estado y su burocracia. Avisó que cada meta ‘verde’ genera funcionarios, reguladores y auditores que imponen reglas costosas y complejas, financiadas por los contribuyentes, afectando la vida privada y productiva. “Regulaciones e impuestos ambientales encarecen procesos, ahogan la innovación y elevan el precio de la energía, impactando en el transporte, alimentos y bienes, especialmente para los más vulnerables. Los subsidios a energías alternativas distorsionan el mercado, premian la ideología sobre la viabilidad económica y desalientan la producción eficiente. Esto reduce competitividad, inversión y empleo, provocando estancamiento económico y cumpliendo, indirectamente, el sueño del decrecimiento socialista verde”, remarcó.
LA REALIDAD DE LOS HECHOS
El disertante invitó a mirar la realidad fáctica, “fácilmente verificable”: ¿Es realmente el cambio climático actual algo fuera de lo común para nuestro planeta? La contundente respuesta es NO. El clima nunca fue estable, “es absolutamente dinámico”, y es sinónimo de cambio constante. Explicó que la tierra, en su vasto registro climático, ha conocido calores extremos siempre.
Sobre el punto, acotó que, sin recurrir a lo que sucedía hace millones de años, en tiempos más recientes, el periodo conocido como el calentamiento Minoico o griego (hace 3.500 años), el calentamiento Romano (2.000 años) y el calentamiento Medieval (1.000 años) trajeron temperaturas mucho más altas que las actuales. Al respecto preguntó: ¿Por qué no se habla de eso? ¿Cómo es posible entender que hayan existido esos fuertes calentamientos en periodos pre-industriales?
“El calentamiento actual marca la salida de la Pequeña Edad de Hielo, que por cierto dio lugar a muchas hambrunas por el frío, y que se extendió desde 1450 hasta 1850; un importante enfriamiento que empezó a revertirse por ciclos orbitales y actividad solar, pero que el ecologismo atribuye a la actividad industrial humana y su “diabólico veneno” carbónico, el CO₂”, apuntó.
HUBO PERIODOS CON OCHO VECES MÁS CO2
En ese contexto, aseguró que hubo períodos con ocho veces más CO₂ en la atmósfera que el actual y, sin embargo, la tierra era más fría, lo que muestra que este gas no determina la temperatura global. “Hoy representa apenas el 0,04% de la atmósfera y la actividad humana solo aporta una fracción mínima, el 3.2% de ese 0.04%. Pese a esto, se insiste en “descarbonizar” al mundo, apoyándose en un supuesto consenso científico basado en el estudio de Cook (2013), que hablaba de un 97% de apoyo al origen humano del calentamiento, pero que en realidad solo entre 1 a 2% de los artículos afirman explícitamente esa postura.
La «Declaración Mundial sobre el Clima» (2023), firmada por más de 1.600 científicos y profesionales (incluyendo premios Nobel como John Clauser), afirma que «no hay emergencia climática», y cuestiona el rol dominante del CO₂ antropogénico, argumentando que el calentamiento es natural y además beneficioso”, destacó.
Expresó asimismo que la ciencia no progresa por “consensos sociales”, sino por evidencia y falsabilidad, y los consensos muchas veces responden a intereses políticos o económicos. “Ojo: La ciencia que ya no se discute se vuelve dogma. En los últimos 50 años la cobertura vegetal mundial ha aumentado, con un verdor notable en gran parte del planeta gracias al CO₂, que es en realidad el gas de la vida. Las plantas lo necesitan para la fotosíntesis y su abundancia impulsa el crecimiento vegetal del que dependemos. Por eso, en invernaderos se eleva artificialmente el CO₂ para lograr una producción óptima”, dijo.
UN ASUNTO FUNDAMENTAL
Fast afirmó que hay un asunto fundamental que casi nunca se menciona, que existe un umbral crítico de CO₂ atmosférico —alrededor de 0.02%— por debajo del cual la vida vegetal enfrenta una crisis severa. “La verdad es que la humanidad enfrentó hasta 1850 un nivel peligrosamente bajo de CO2. ¿Escucharon alguna vez hablar de esto? ¿No creen que estas cosas son importantes aclarar?”, preguntó
Añadió que cuanto más CO2 existe en la atmósfera, mejor para el crecimiento de las plantas. “Ahora bien, tenemos que asumir nuestro papel de mayordomos responsables. Esto implica proteger la biodiversidad, la calidad del aire en las ciudades, enfrentar la erosión del suelo, evitar la pérdida de nutrientes y combatir los contaminantes tóxicos”, destacó.
Añadió que el cuidado del medio ambiente implica un equilibrio entre producir y cuidar, dos caras de la misma moneda, y que la producción y la protección pueden coexistir, promoviendo un uso responsable que beneficie tanto a las generaciones actuales como a las futuras. “Los cambios del clima se dieron siempre en la tierra, pero la participación de la humanidad es ínfima. Además, el hombre se adaptó siempre a estos cambios de manera natural”, subrayó.
Finalmente manifestó que debemos promover los valores cristianos en nuestra vida diaria, en la educación, en el debate público y al elegir a nuestros representantes. “Defendamos con orgullo nuestro legado de libertad por el cual nuestros antepasados lucharon llenos de coraje y sentido de propósito”, remarcó.
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