El 4 de julio de 1933, hace exactamente 85 años, el Ejército paraguayo esperó el ataque con una fortificación del lugar y concentración de tropas al mando del coronel Luis Irrazábal.
Por otra parte el general mercenario alemán al servicio del Ejército boliviano ejecutó el mayor ataque en masa de la guerra chaqueña, lanzando 7.000 hombres de la VII División boliviana sobre las trincheras paraguayas, precedidos por el bombardeo de 32 cañones andinos, ataques aéreos a baja altura y cinco tanques (tres máquinas Vickers de seis toneladas y dos tanquetas Carden Lloyd).
Un furibundo primer ataque boliviano fue rechazado por los defensores paraguayos del fortín Nanawa. En esa ocasión, falleció el comandante de los cinco tanques bolivianos.
La guarnición paraguaya que defendía Nanawa era la 5ª División más refuerzos, al mando del teniente coronel Luis Irrazábal que había llegado reciéntemente de su curso de perfeccionamiento en Bélgica. Esta fuerza de 3000 hombres estaba integrada por los regimientos RI-13 «Tuyutí‘», RI-7 «24 de mayo», RC-4 «Acá-Carayá», RC-5 «Acá-Verá», un escuadrón divisionario y una batería de cañones Krupp.
El regimiento «Boquerón» se ubicó de reserva en Rancho Ocho y el grupo de artillería «General Brugués» en Bullo. Irrazabal estimaba como más probable que el ataque boliviano viniera desde sector sur pero no descartaba un ataque por el norte aunque esto complicaría a las fuerzas enemigas ya que deberían cuidarse de no ser atacadas por la retaguardia desde Bullo y Gondra. El coronel Estigarribia reforzó, por las dudas, el fortín Orihuela ubicado al este de Nanawa, en el camino hacia el río Paraguay y Concepción.
La preparación de una red de posiciones defensivas y de vías de comunicación internas frente al «Abra de Nanawa» y en las «islas» al norte y al sur del fortín, transformaron a Nanawa en un poderoso reducto fortificado con trincheras, alambrados de púas, nidos de ametralladoras y morteros protegidos por quebracho, ubicados en los bordes del bosque frente a un despejado campo de tiro.
Bolivia se preparaba para el segundo asalto y esto no fue un secreto para el comando paraguayo. Las informaciones de inteligencia indicaban que Kundt había movido nuevamente su centro de gravedad al sur. Estigarribia preparó las defensas de Nanawa con la convicción estratégica de impedir a cualquier precio que esa posición cayera en manos bolivianas. Esto era inusual porque su concepción estratégica general era la de realizar una defensa elástica.
Resultado:
El 14 de julio, el coronel Estigarribia recorrió el campo de batalla encontrando el cuadro más macabro que vio en su vida. Los defensores, al ver el campo de batalla sembrado con tantos cadáveres, decidieron incinerarlos por cuestiones sanitarias y en lugar de utilizar maderas los rociaron con kerosén. Mientras había kerosén el fuego se mantenía pero cuando este se terminó, quedó un apiñamiento de carne humana a medio quemar que despedía un olor insoportable.
No existe un total acuerdo sobre las bajas producidas en ambos bandos. El historiador boliviano Querejazú Calvo calcula en más de 2 mil soldados bolivianos (muertos, heridos y prisioneros). El coronel Fernández estima que los paraguayos tuvieron 189 muertos y unos 447 heridos. Este resultado debe ser evaluado a la luz de lo que implica un ataque frontal contra posiciones fortificadas.