El operativo comenzó la noche anterior cuando las fuerzas aéreas israelíes, con apoyo de inteligencia del Mossad, ejecutaron bombardeos dirigidos en múltiples puntos de Irán.
Entre los blancos destruidos se encuentran la planta de enriquecimiento de uranio de Natanz —casi totalmente devastada según la Agencia Internacional de Energía Atómica—, bases militares estratégicas, centros de investigación y la infraestructura eléctrica de varias instalaciones atómicas.
Uno de los golpes más duros fue la eliminación de la cúpula militar iraní. Entre los abatidos se encuentran José Insalami, jefe de la Guardia Revolucionaria y considerado el hombre más poderoso después del ayatolá Ali Khamenei; Mohammed Bajeri, jefe del Estado Mayor; Jolam al-Rashid, comandante del cuartel central; Amir Ali Hashijadeh, líder de las Fuerzas Aeroespaciales; Ali Shamkhani, principal asesor del ayatolá, y Feiredun Abassi, una figura clave del programa nuclear.
Israel reveló que la operación fue posible gracias a la infiltración de agentes del Mossad dentro del propio aparato de seguridad iraní, quienes marcaron objetivos, colocaron misiles y hasta operaron una fábrica clandestina de drones dentro de territorio enemigo.
Sin embargo, la reacción no se hizo esperar. En menos de 24 horas, Irán lanzó una contundente represalia: más de un centenar de drones explosivos y varias oleadas de misiles balísticos impactaron en zonas neurálgicas de Israel.
Aunque el sistema de defensa antimisiles Cúpula de Hierro, apoyado por EE. UU. y Jordania, logró interceptar la mayoría, algunos proyectiles alcanzaron Tel Aviv y Jerusalén, dañando edificios, vehículos y hasta las oficinas del Departamento de Defensa israelí.
Mientras las sirenas antiaéreas siguen resonando y las ciudades israelíes se paralizan con escuelas y comercios cerrados, Mohamed Pakpur, nuevo comandante de la Guardia Revolucionaria de Irán, prometió “abrir las puertas del infierno” contra Israel.
Por su parte, el líder supremo Ali Khamenei aseguró que Irán no cesará en su respuesta y acusó a Israel de haber iniciado una guerra abierta cuyas consecuencias podrían encender toda la región.














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