La misión nació con el objetivo de luchar contra las mafias de la migración, pero se calcula que desde su creación en 2015 ha permitido salvar cerca de 45.000 vidas.
La decisión adoptada por los estados miembros afecta únicamente a los dos barcos operativos, y no por ejemplo a los aviones, pero a efectos prácticos implica que la misión pierde sentido, tal y como ha reconocido la propia Comisión Europea.
«La Operación Sofía es una operación marítima y está claro que sin activos navales no podrá implementar su mandato de manera efectiva», ha dicho Maja Kosiancic, una de sus portavoces.
La crisis comenzó cuando Italia anunció que no permitiría que los barcos atracaran en sus puertos para permitir el desembarco de los migrantes, a pesar de que tenía el mando de la operación. Pero el resto de países, y entre ellos España y Francia, tampoco se mostraron dispuestos a abrir sus puertos.
Ahora las organizaciones humanitarias se inquietan por la suerte de los migrantes. «Tienen dos posibilidades», explica Matteo de Bellis, de Amnistía Internacional. «Una es que nadie los rescate porque no hay barcos en el mar listos para brindar servicios de rescate. La otra es que sean interceptados por patrulleras libias y devueltos a Libia, donde serán envíados a centros de detención donde, de hecho, tal y como hemos documentado, incluso recientemente, hay casos de tortura, asesinato, violencia sexual y explotación de todo tipo».
En el Mediterráneo tampoco operan ya los barcos de rescate de las oenegés, que han visto como se les iban denegando los permisos para trabajar.