Al-Hayya explicó que los líderes palestinos sentían que su causa estaba siendo relegada y que solo medidas drásticas podrían revitalizarla. Aseguró que Hamás tiene objetivos más amplios que la gestión de Gaza y enfatizó que el objetivo no es simplemente proveer servicios básicos como agua y electricidad en la región. Según al-Hayya, Hamás, el brazo armado Qassam y la resistencia lograron despertar al mundo de su letargo y demostrar que la cuestión palestina debe seguir siendo una prioridad en la agenda internacional.
El ataque del 7 de octubre, según el New York Times, fue planificado y ejecutado por un pequeño grupo de líderes de Hamás en Gaza, quienes no compartieron información con los líderes en el extranjero ni con otros aliados regionales como Hezbolá en Líbano. Esto sorprendió tanto a observadores fuera de Gaza como al propio grupo terrorista, ya que el alcance del ataque y la magnitud de las atrocidades cometidas superaron las expectativas.
El objetivo principal del atentado del 7 de octubre, según funcionarios con conocimiento de la situación, era tomar el mayor número posible de soldados de las Fuerzas de Defensa de Israel como rehenes, con el fin de canjearlos por prisioneros palestinos detenidos por Israel. Hamás también esperaba que el asalto desencadenara una ola de protestas y levantamientos en otros lugares, lo que obligaría a los gobiernos árabes y a los aliados regionales a unirse al conflicto.
Hasta la fecha, según fuentes sanitarias de Hamás, más de 10,000 palestinos han perdido la vida desde el inicio del conflicto. Al-Hayya subrayó que era previsible que Israel respondiera al ataque con bombardeos en Gaza, dada la magnitud del acto.