Sometido al Partido Comunista, el Parlamento de China abolió de su Constitución el límite impuesto de dos mandatos presidenciales y dio vía libre al presidente Xi Jinping para perpetuarse en el cargo. Ninguno de sus antecesores tuvo semejante acumulación de poder, salvo el propio fundador del régimen, Mao Zedong, en la cúspide del gobierno comunista entre 1949 y 1976, al morir.
El límite de dos mandatos fue impuesto en la Constitución de 1982 por el líder de aquel momento, Deng Xiaoping, para evitar una vuelta al régimen dictatorial de la era Mao Zedong (1949-1976).
La enmienda a la Carta Magna introduce también en la Constitución “el Pensamiento Xi Jinping” y, en su artículo primero, “el rol dirigente” del Partido Comunista Chino (PCC).
Esta disposición puede dejar entrever un recrudecimiento de la represión contra los opositores al régimen, que podrían ser acusados de ataque a la Constitución simplemente por criticar el control del PCC.
Desde que se pusiera al frente del PCC, a finales de 2012, y del Estado, a principios de 2013, Jinping aumento la autoridad del régimen.
Xi, heraldo del “gran renacimiento de la nación china”, busca encarnar frente a Occidente la revancha de una superpotencia moderna y respetada para 2050. Pero sin conceder a cambio libertades individuales.
Su omnipresencia mediática recuerda el más puro estilo soviético, todo ello acompañado por un retorno de la ideología, la propaganda y la represión contra quienes amenazan la estabilidad, empezando por las redes sociales, estrechamente vigiladas.
Una ley reprime severamente la disidencia en internet y han ordenado fuertes condenas contra defensores de derechos humanos.