A eso de las 20:00 atendió a un cliente que compró cigarrillos con un billete falso de 20 dólares. El comprador se retiró y, los empleados, siguiendo el protocolo, dieron aviso a la policía. Una patrulla llegó a los pocos minutos.
El comprador, George Floyd, fue detenido a metros del lugar y tras unos instantes, fue arrojado al piso por el policía Derek Chauvin, quien le inmovilizó con su rodilla sobre el cuello, manteniéndola allí por casi nueve minutos, en los que Floyd clamó por su vida, repitiendo “No puedo respirar…”
Las dramáticas escenas grabadas por varios testigos dieron rápidamente la vuelta al mundo. Esa misma noche se desencadenaron graves desórdenes en Minneapolis que luego se extendieron a casi todos los Estados Unidos por varios días.
Sin considerar lo que muchos estiman es el caldo de cultivo para tan terrible hecho, aquí vemos una cadena de decisiones personales. Acercarse a ese local para comprar cigarrillos con un billete falso. Dar el aviso a los encargados. Llamar a la policía. Mantener durante casi nueve minutos la rodilla sobre el cuello de alguien que ruega por su vida. Decisiones, correctas o incorrectas. Decisiones.
Todas las personas diariamente toman decisiones de diferente índole e importancia. Algunas son triviales. Otras pueden desatar consecuencias —buenas o malas— para los demás.
Dios nos ha dado la capacidad de decidir y, de acuerdo a Su Palabra de Dios, somos responsables de nuestras decisiones y de las consecuencias que estas generan. La más importante de ellas es de orden estrictamente personal, tal como Josué lo hizo de manera pública: “Pero si les parece mal servir al SEÑOR, escojan hoy a quién van a servir, si a los dioses que sus antepasados adoraban más allá del Éufrates o a los dioses de los amorreos de esta tierra. Pero yo y los de mi casa serviremos al SEÑOR.” (Josué 24:15).
Y esta decisión debe mantenerse diariamente, en la medida que nos enfrentamos a caminos que se separan unos de otros. Serviremos a Dios o al dinero. Pondremos primero a Jesús y los intereses del Reino, o reclamaremos para nosotros mismos la prioridad. Amaremos y serviremos o seremos egoístas buscando gratificarnos. Y así sucesivamente.
Hoy debes decidir a quién servir, a quién adorar, para quién vivir. Y de esa decisión suprema se derivan muchas otras pequeñas, alineadas con el amor que llena tu corazón.
Vivamos conscientes de que cada decisión cuenta, hoy y por la eternidad, recordando y aplicando las palabras del Apóstol: “Así que tengan cuidado de cómo viven. No vivan como necios sino como sabios. Saquen el mayor provecho de cada oportunidad en estos días malos. No actúen sin pensar, más bien procuren entender lo que el Señor quiere que hagan.” (Efesios 5:15-17).
Por: Pablo Sánchez, Fundación Jesús Responde al Mundo de Hoy.














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