Informes estadísticos publicados y reconocidos como reales indican que Paraguay ha mejorado ostensiblemente su productividad alimentaria en los últimos años al punto de considerarse que es capaz de alimentar a alrededor de 60 millones de personas.
Ese potencial fue desarrollando en base a la libre competencia y el respeto de condiciones propicias para la inversión privada que permitió incorporar tecnología de punta y alcanzar un índice de competitividad que posibilitó salvar sobrecostos derivados de la mediterraneidad a fin de colocar productos a precios adecuados en el mercado internacional.
Hoy por hoy se cuestiona que terratenientes identificados, se han apropiado indebidamente de tierras que no les pertenecían y el negocio de las parcelas se ha vuelto turbio al punto de que se sostiene que se ha vendido más territorio que el que realmente ocupa el Paraguay. Menudean las disputas judiciales al respecto.
LA VIOLENCIA NO ES EL CAMINO
Sacando provecho de ese perfil oscuro en torno a “tierras mal habidas” se han fortalecido en los últimos tiempos, movimientos que entienden que la violencia es el camino para entrar en disputas y hacerse con un pedazo de tierra.
Claramente se pretende seguir un itinerario tortuoso que lo único que puede lograr es aumentar el índice de violencia e incluso establecer el caos como un estilo que no traerá nada bueno. Para resolver litigios e injusticias, existen instituciones creadas al efecto y lo que debe ocurrir es que las instituciones funcionen.
Al tiempo de estudiarse y aprobarse una legislación que endurece penas contra las invasiones de propiedad privada, la violencia previamente organizada se manifestó en el centro asunceno y varios vehículos de personas inocentes fueron destruidos.
Seríamos ingenuos si pensáramos que fue resultado de una manifestación emocional inesperada. En el contexto actual, hasta las reacciones emocionales son programadas. Hay gente organizando el caos. Puede sonar raro, pero es así. Las bombas molotov estaban preparadas de antemano.
Inmediatamente sectores políticos de izquierda denunciaron la intención de “criminalizar la lucha campesina”, expresión de Perogrullo porque la invasión de propiedades es criminal. Es un atentado al derecho de personas.
TENEMOS QUE DEFENDER EL ESCENARIO PROPICIO
Entonces, como sociedad debemos entender claramente cuando se hace un “manejo político” de situaciones y tergiversándose conceptos se quiere subvertir el orden en nombre de derechos. En este caso se habla de victimización de pobres y es un manejo interesado e intencionalmente contradictorio porque aquí en realidad los invasores no son víctimas sino victimarios.
No nos deben confundir con un discurso inconducente pro violencia. La libertad, la justicia, la paz tienen por base el reconocimiento de la dignidad y de los derechos. Entendámonos correctamente, los que no tienen tierras, tienen derecho a tenerlas, pero no por la vía de la violencia. Si como sociedad abrimos el camino de la violencia, eso es instaurar la ley del más rápido que alguna vez rigió en el salvaje oeste.
La propiedad privada debe ser respetada. Su desconocimiento y menosprecio ha originado actos de barbarie, ultrajantes para la conciencia de la humanidad. El atropello va contra las aspiraciones más elevadas del hombre. No estamos en contra de que haya justicia para los que no tienen acceso a una fuente de renta. Merecen atención a sus reclamos, por supuesto que sí.
Finalmente, es preciso remontarnos a dos principios indiscutibles de la Declaración Universal de los Derechos Humanos:
Artículo 17: 1. Toda persona tiene derecho a la propiedad, individual y colectivamente. 2. Nadie será privado arbitrariamente de su propiedad.
Artículo 22: Toda persona, como miembro de la sociedad, tiene derecho a la seguridad social, y a obtener, mediante el esfuerzo nacional y la cooperación internacional, habida cuenta de la organización y los recursos de cada Estado, la satisfacción de los derechos económicos, sociales y culturales, indispensables a su dignidad y al libre desarrollo de su personalidad.
Ciertamente, afirmar estos principios que los debemos respetar, no implica desentendernos de la problemática del campesinado nacional. Ahí debemos recurrir a toda nuestra sabiduría y compromiso para garantizar oportunidades a todos lo que habitan la República.
Sobre bases de justicia y de respeto, necesitamos encontrar una solución urgente.
Escrito por Carlos Alberto Rodríguez conductor del programa Camino Libre trasmitido por la RCC y RCC Radio.














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