Llamados a predicar el Evangelio

A veces da la impresión de que los cristianos hemos desarrollado habilidades superiores en el arte de buscar justificaciones y explicaciones para todo. Especialmente en el empeño de evadir ciertas responsabilidades que están sobre nosotros precisamente por el hecho de ser cristianos.

Hay muchos ejemplos de esto: por qué no hay suficiente oración y ayuno, atención y cuidado de los necesitados y vulnerables, compromiso con la justicia, la integridad y la santidad, y muchos otros, entre ellos nuestra responsabilidad como evangelistas.

Cabe mencionar que Dios mismo “constituyó…  evangelistas” (Efesios 4.11). No hay dudas que Dios ha llamado a algunos a esta tarea exclusiva y les ha dado dones especiales para llevarla a cabo. 

Pero es claro que la tarea de ir por todo el mundo y predicar las buenas noticias de salvación a toda criatura, fue encomendada a todos los discípulos por el Señor mismo. Esos mismos discípulos que, en obediencia, esperaron hasta que viniera el Espíritu Santo de acuerdo a la promesa, y que de ahí en adelante, se lanzaron valientemente al cumplimiento de la tarea.

Las palabras del Señor, en lo que conocemos como “La Gran Comisión¨, no son una sugerencia que podemos cumplir o no. Son un mandato dado por quien recibió “toda potestad en el cielo y en la tierra” (Mateo 28.18-20), y que en esa autoridad suprema, manda. Nosotros, todos nosotros, estamos para obedecer.

El mandato tampoco es algo de segundo orden, que está abajo en la lista de prioridades del Señor (o muy abajo, si lo está, en nuestras propias listas de cosas por hacer). Por el contrario: es prioridad. Si amamos a Dios, como se nos manda, obedeceremos y le daremos a conocer a las naciones. Si amamos al prójimo, como también se nos manda, aprovecharemos cada oportunidad para predicar y dar a la mayor cantidad de personas la posibilidad de escuchar el Evangelio y responder a él.

La tarea no es para mañana, o para cuando haya condiciones favorables o para cuando tengamos más recursos, algún tiempo disponible o lo que sea. Es para ahora y es urgente. El instante presente es lo que tenemos. Ahora debemos predicar, en cualquier forma posible.

Tampoco la evangelización es algo de épocas pasadas, que hoy carece de la necesidad y urgencia por el crecimiento y la expansión de la iglesia cristiana. No es así. La predicación del Evangelio es para todas las épocas, en particular para esta hora en que las tinieblas van en aumento, en las que también ya comenzamos a avizorar las luces del día glorioso.

Como está escrito: “Les digo que este es el momento propicio de Dios; ¡hoy es el día de salvación!” (2 Corintios 6.2). Es el día de predicar. Es el momento de hablar, de amar, de servir, de abrazar, de acoger, en el nombre de Jesús. Es el día que Dios nos ha dado para proclamar Su mensaje de salvación. ¡Hagámoslo! ¡No dejemos pasar la oportunidad!

Walter Neufeld es fundador y presidente de la Fundación Jesús Responde al Mundo de Hoy, Ñemby

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