Sobre los milenarios andenes donde los incas lograron domesticar las múltiples versiones de la papa, el Instituto Nacional de Innovación Agraria (INIA) de Perú estudia las características y virtudes de cada una de las variedades para clasificarlas y desarrollar otras nuevas que puedan producirse a gran escala.
Lo hacen en su estación de Zurite, situada en la región andina de Cusco, a unos 3.400 metros de altitud, en la ladera de una montaña convertida en terrazas agrícolas por las civilizaciones del Antiguo Perú, donde las miles de variedades de papas nativas crecen en todo su esplendor.
«No lo consideramos como el desarrollo de un simple alimento que llene el estómago, sino que también nos proteja de cualquier enfermedad degenerativa, como los cánceres, por los antioxidantes que tiene», dijo Palomino.
Ya sean moradas y ovaladas, rojas y redondas o negras protuberantes, las papas nativas que se cultivan en los Andes peruanos tienen «un aporte alto en calorías y proteínas», según Palomino, quien ve en estos tubérculos la solución al problema de desnutrición y anemia que persiste en Perú.