La importancia del voluntariado en la Iglesia local – Parte I

La Iglesia está compuesta por personas llamadas por Dios —pecadores que han sido perdonados, limpiados, con un nuevo propósito para sus vidas, adoptados como hijos—, que responden al amor de Dios en servicio a Él y a los demás. Artículo de Pablo Sánchez. Pastor de Ministerios Infantiles, Fundación Jesús Responde.

Entendemos que la iglesia —y cada cristiano en particular— ha recibido el encargo de Dios de ser parte de Su misión, como colaboradores con Él. ¡Dios está en misión! Tras la caída del hombre Él determinó un plan para la redención de la humanidad.

Él lo ha llevado a cabo, paso a paso. Tanto el Padre, como el Hijo y el Espíritu Santo han obrado para llevar adelante este plan, detalladamente diseñado. Y en ese plan hay un lugar para todos quienes componen la Iglesia del Señor, cada uno haciendo su parte.

Dios ha repartido dones, talentos y capacidades especiales a los Suyos. Ha llamado a algunos al servicio de tiempo completo, mientras llama a todos los demás a servirlo también de tiempo completo en sus actividades, profesiones u oficios.

Los estudiantes, dueñas de casa, albañiles, abogados, enfermeras, maestros, obreros y campesinos, funcionarios públicos, estudiantes, cobradores, médicos, etcétera…, todos son misioneros del Señor, llamados a predicar y hacer discípulos en los ámbitos en que se mueven.

Así mismo, los pastores, evangelistas, maestros, misioneros y otros ministros que están dedicados exclusivamente al servicio a Dios, lo hacen en la iglesia y otros ámbitos.

Todos son, en esencia, voluntarios, aunque algunos por la naturaleza de sus tareas reciban remuneración.
Y estas personas son lo más valioso de una iglesia local —más allá del edificio y otros bienes materiales con que pueda contar. En este sentido, toda congregación por pequeña que sea, tiene un patrimonio de gran valor dado por Dios mismo.

Son las personas las que, por la gracia de Dios, pueden hacer Su obra. Aunque edificios, equipamiento, dinero y otros recursos tienen su lugar, lo que hace la diferencia son personas comprometidas, dedicadas, que saben lo que deben hacer y saben cómo hacerlo.

Para el desarrollo y avance de cualquier ministerio en la iglesia local, el factor decisivo e imprescindible, es el discípulo. Si entendemos que Dios quiere que la gente escuche el Evangelio, responda en fe y arrepentimiento a él, y se integre a la iglesia, debemos abrir espacio para voluntarios.

Si creemos que esos nuevos creyentes deben ser encaminados, enseñados, cuidados y discipulados, necesitamos la acción de los voluntarios. Si vamos a extendernos a los necesitados, en cualquiera de sus formas, precisaremos de voluntarios.

Si vamos a servir a la niñez, la juventud, la gente de la tercera edad, personas con capacidades diferentes, etcétera, no lo podremos hacer sin una efectiva movilización de voluntarios. Lo mismo que si queremos comenzar un programa de plantación de nuevas iglesias.

Si vamos a responder apropiadamente a las enormes necesidades de nuestro día causadas por la pandemia y sus variadas consecuencias, necesitaremos un ejército de voluntarios.

El recurso principal de la iglesia, lo que Dios usa, son personas. Por ello el Señor enseñó y animó a los primeros discípulos para que oraran al Padre pidiendo que envíe obreros. Esta es la clave. Mateo 9:38

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