El miedo es una sensación natural muy útil para el ser humano. Lo pone en guardia ante el peligro; lo vuelve astuto, prudente, cuidadoso. El miedo ha evitado muchas muertes a lo largo de la historia al predisponer el ánimo para evitar males mayores.
Pero el miedo es necesario y valioso solo como una reserva de alerta en circunstancias de peligro. Vivir en constante miedo se convierte en un problema que altera el funcionamiento de la mente y el cuerpo, advierten los sicólogos. El miedo que perdura reduce la energía y le hace sentir a uno extraño y acechado en su propio terreno.
El miedo permanente hace desconfiar de todo a la persona, la vuelve insegura y debilita dones y cualidades innatas que la hacían un ser humano único. Con el miedo durante tantos meses, personas extremadamente valiosas, inteligentes, creativas perdieron potencial al no poder desarrollar toda su vitalidad porque empezaron a ser guiados por patrones de pensamientos negativos.
EL MIEDO COMO ESTRATEGIA
Es esto lo que se ha venido desarrollando a lo largo del 2020 y de lo que va del 2021 y entonces a estas alturas hay un gran segmento de gente que vive agazapada, arrinconada bajo una especie de caparazón, sin poder alcanzar pleno bienestar.
En nombre de un nuevo orden se ha creado un escenario de «miedo estratégico» artificial para que vinieran propuestas perfectamente estudiadas de antemano que aparecieron para ofrecer una oferta -experimental e incierta en el largo plazo- de romper el aislamiento y retornar a la normalidad. Algo así como la felicidad en una jeringa.
Millones de personas pensaron que ese era el camino y se volcaron a la esperanza que estaba al otro lado de un pinchazo. Sin embargo, la realidad que viene en forma de información esquiva desde otros países que se adelantaron a nosotros al aguijoneo, muestra un panorama diferente. Hay consecuencias y de igual modo los que se entusiasmaron con la propuesta están volviendo a los hospitales.
Ciertamente, al otro lado de la sociedad, hay un segmento que no se creyó de entrada la oferta y mira con expectación el desarrollo de los acontecimientos. Y en ese sector, no fueron pocos los que recurrieron a propuestas alternativas ofrecidas por científicos disidentes. Y están satisfechos con los resultados.
Pero en el contexto que enmarca una lucha de informaciones que no siempre son verdaderas, las naciones viven un tiempo en que se ha diluido el disfrute del presente. Se busca suplir esa ausencia con añoranzas de experiencias vividas tiempos atrás, rememoradas por la mente.
Es como vivir mirando el retrovisor.
LA FE CONTRA EL MIEDO
Y permanece en el escenario, un segmento de gente que sin estar ajena a los acontecimientos dominantes que tienen un manto de oscuridad y ocultismo y les genera desconfianza y altas sospechas que se basan en un análisis del contexto y de los tiempos, enarbola la bandera de seguridad aferrada a su fe cristiana, esa que permite tener paz en medio de tormentas, incendios y terremotos.
Se trata de una paz sobrenatural a la que todos realmente tienen la posibilidad de acceder a condición de conocer al que la da y es el portador de la luz. Uno que hace 2 mil años vino a cumplir una misión salvadora.
En esa perspectiva, aceptó humillarse ante corruptos, fue juzgado por inmorales y crucificado por sinvergüenzas. Todo para ser Él quien saldara nuestras cuentas con la Justicia Divina y a condición de que lo aceptamos como Salvador, asegurara para nosotros, vida eterna con plenitud de gozo.
¿Es difícil entrar por esa puerta a otra manera de enfrentar pandemias e incertidumbres como las que hoy azotan a la humanidad?
Sí y no. El amor al deleite pasajero, el deseo del ilusorio «cero estreses» que muchos obtienen alegrando el cuerpo ya sea con gula, alcohol, drogas, con pastillas para dormir, para digerir y alejar ansiedades; con una vida de escasos compromisos y sin un propósito trascendente. Todo eso impide una extensa visión que atraviesa el futuro.
«La vida es hoy, mañana no sabemos» ¡Cuánto engaño en esta expresión! El hoy se agota en horas y está escrito que nosotros somos simplemente pasajeros y peregrinos de este mundo finito.
Quienes creen que esto que vemos, sentimos, olemos y conocemos lo es todo y nada más hay después, están sujetos al engaño. Es preciso abandonar la visión cortoplacista de la existencia, esa que pone énfasis en un cuerpo terrenal que un día será alimento de gusanos y pierde de vista que el verdadero potencial está en el alma y el espíritu que sobreviven para que aquel que murió en una cruz y resucitó como primicia, también nos resucite para un gozo pleno que será por los siglos de los siglos.
Entonces será realidad que la clavada salvadora no es la que descarga en tu cuerpo en forma experimental un contenido desconocido, sino aquella que crucificó a Jesús en un madero para ser libres por la eternidad de un modo victorioso.
