La pandemia y principalmente las cuarentenas, dejaron aflorando la endeblez relacional que afecta a buena parte de los matrimonios. Al dejar más tiempo libre a los esposos en la casa, muchos confirmaron que ya no había enfoques comunes, las coincidencias eran escasas y si hasta entonces la unión seguía, era porque cada uno tenía ocupaciones y preocupaciones fuera de casa que llenaban el tiempo.
De improviso surgió el «ya no tenés nada nuevo que ofrecerme» y se manifestó un concepto utilitario de la relación que antes tenía propósitos comunes. «Cuál es el provecho que obtengo de mi relación contigo», «no obtengo nada provechoso».
EL LUCRO SUSTITUYE AL AMOR
Aquello que era un pacto basado en sólidos principios, el tiempo había transformado en un mero «acuerdo comercial» que ya no redituaba lucro a por lo menos uno de sus pactantes. En efecto, el vínculo que antes estaba basado en el amor, ahora se descubre que más no tiene fundamentos de un negocio pues valoriza la relación costo-beneficio. Expertos cristianos en temas de juventud advierten que el noviazgo pasa por la misma etapa.
Estriba en la mayoría de los casos en «qué recibo de vos que me puede satisfacer». Esa evaluación establece la dinámica relacional y su perdurabilidad depende de una constante evaluación de si lo que recibo es grato a mis necesidades.
El vínculo ya no estriba en lo que uno aporta al otro. «Dad y se os dará» es el principio bíblico que genera una dinámica enriquecedora pero el egoísmo ocupó su lugar. Ya no funciona en la temática actual de muchas parejas. El ser humano pasó a ser una herramienta de la satisfacción del otro. Solo si existe bilateralidad en los beneficios, el vínculo avanza.
Estas conclusiones se derivan de entrevistas con asesores de matrimonios y noviazgos publicados por la RCC TV, en base a entrevistas realizadas en el programa Camino Libre- Comunicación con Propósitos.
Está claro que, al no haber sentimientos solidarios, la convivencia pierde salvaguarda porque está bajo el acecho de quien tiene condiciones de adoptar una posición dominante entre los dos, ya sea por razones económicas, de personalidad o alguna otra razón. Se instala entonces una sociedad materialista que enaltece el deleite, el gozo que, al convertirse en el valor mayor, se vuelve deshumanizante.
NO IMPORTA LO QUE SOY
Palmo a palmo el ser humano pierde dignidad. Las relaciones se tornan problemáticas porque ya no importa lo que uno es sino lo que -de cada uno de nosotros- puede serle útil a otros. En esa perspectiva, mientras yo renuncie a lo mío para satisfacción ajena, soy considerado valioso y digno de atenciones.
En los hospitales públicos principalmente, hay enfermos solitarios porque pocos quieren hacerse cargo del que necesita. Si predomina el deseo de ser servido, el servidor es un personaje que tiende a desaparecer en la sociedad actual.
Y entonces, uno entiende lo que los hijos están ofreciendo a sus padres en “países más avanzados”: pasar a mejor vida en base a servicios especializados que llevan adelante programas de eutanasia. El anciano que está enfermo y no produce, sino que genera gastos, está demás y debe ser placenteramente eliminado.
La historia del buen samaritano en la Biblia es el modelo de humanidad que propone el cristianismo para que haya armonía y bienestar, pero su dimensión trascendente, desparece aceleradamente bajo la cultura del descarte, por imperio de desechar lo que deja de ser útil…
…así sea el mismísimo ser humano.














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