¡Cuántos temores hemos tenido en el año que pasó! ¡Cuántos quebrantos y ansiedades, cuántos pensamientos sombríos que no nos permitían dormir! Y cuánto de todo ello sigue acompañándonos cada día.
Estamos afligidos y tratamos de encontrar una solución —en lo laboral, familiar, personal; en la seguridad para nosotros y los nuestros. En nuestro inmenso anhelo por volver a la antigua normalidad. Y esa ansiedad finalmente nos enferma.
El apóstol Pablo, estando en la cárcel, nos escribe en Filipenses 4:6 unas poderosas palabras: “No se preocupen por nada. Que sus peticiones sean conocidas delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias”.
Dicho de otro modo, que no vivamos quebrantados, sino que todas aquellas cosas que nos agobian, que nos preocupan, las entreguemos a Dios en oración, que le pidamos a Él la solución, e inclusive que le agradezcamos a Dios.
Fe, oración y gratitud van de la mano. La gratitud es una poderosa herramienta para aumentar nuestra fe, porque cuando anticipadamente digo “gracias” por algo, estoy manifestando la certeza de haberlo recibido. Así que, para lo que está por delante, para las noticias que escuchamos por los medios, por las situaciones que vivimos y que no podemos resolver, hay una recomendación de alguien que sufrió mil y una tormentas: el Apóstol Pablo, inspirado por el Espíritu Santo.
Entrega todo a Dios. Entrégale tu ansiedad, entrega tu preocupación, tu incertidumbre, tu cansancio y dale gracias porque Él escucha tu oración y la responderá.
Escrito por Walter Neufeld fundador y presidente de la Fundación Jesús Responde al Mundo de Hoy














Dejá tu comentario