El Ing. Agr. Diosnel Bareiro, especialista del MAG, explicó que el ajo alcanza su madurez entre los 130 y 140 días posteriores a la siembra, dando paso a un complejo proceso de secado y curado que definirá la apariencia, firmeza y vida útil del bulbo. Tras la cosecha, las plantas se dejan al sol entre 5 y 8 días, permitiendo el primer secado natural; luego son clasificadas, armadas en mazos y colgadas en galpones ventilados durante 40 a 90 días, para completar la deshidratación controlada.
“El curado permite que los nutrientes de las hojas se trasladen al bulbo, mejorando su sabor, aroma y conservación”, señaló Bareiro. Esta práctica, añadió, reduce la aparición de hongos y bacterias, disminuye pérdidas y asegura un producto con mayor valor comercial.

Finalizado el curado, el ajo pasa a una segunda clasificación destinada a distintos mercados: cartones de 10 kilos, bolsas de 18 a 20 kilos o reserva de semilla certificada para la siguiente campaña. Gracias a este manejo, los productores pueden escalonar la venta y aprovechar mejores precios fuera de temporada, impulsando la rentabilidad y la estabilidad económica en el campo.
En Paraguay, el interés por el cultivo del ajo continúa en crecimiento. La capacitación, la asistencia técnica y la adopción de buenas prácticas agrícolas impulsadas por el MAG están permitiendo posicionar al ajo nacional como un alimento de calidad, capaz de cubrir la demanda local y fortalecer la economía familiar campesina.
«El valor real del cultivo se consolida después de la cosecha, con un curado responsable y un almacenamiento controlado», remarcó Bareiro.














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