Filadelfia, RCC. El exvolante de la Selección Paraguaya de Fútbol, Néstor Ortigoza, fue tendencia en las últimas horas por una charla que tuvo con el medio argentino Clarín, en la que contó un poco de su vida y de su carrera como futbolista profesional.
El Gordo, que viene del seno de una familia muy humilde, recordó qué hizo para convencer a su mamá de abandonar la vieja casa donde vivían y mudarse a un lugar más lindo.
“Le pedí a unos amigos del barrio que me robaran una rueda. Les dí el cricket y todo. Dejaron el auto ahí, con unos ladrillos abajo. Cuando salí, le dije a mi vieja: ‘Viste, esto pasa por tu culpa, porque no te querés mudar. Si a mí me pasa algo, es tu culpa’. Y así nos fuimos. Nos mudamos a unas 20 cuadras, pero al menos teníamos cloacas y estábamos más cómodos”, comentó.
En otro momento, el jugador de 35 años contó cuál fue el penal más difícil que pateó en su vida y no fue la de la final de la Libertadores ante Nacional.
“¿Sabés cuál fue el penal más difícil de mi carrera? El que pateé en San Lorenzo contra Instituto en la Promoción para no irnos al descenso. Fue muy picante, porque habíamos vivido momentos bravos. Encima cuando voy a patear me asusté un poco porque miro para un costado y en la platea había un nene llorando con su papá. Y me quería matar. ¿Cómo hago? En la final de la Libertadores, era todo una fiesta, estaban todos contentos. Agarré la pelota, empecé a picarla y por dentro me motivaba: “Soy el mejor, soy el mejor”, enfatizó.
Salió de uno de los barrios más pobres de Argentina y logró cumplir el sueño de jugar un Mundial. Lo hizo con la Albirroja en Sudáfrica 2010.
“No lo sé decir con palabras: es hermoso, una sensación única. Sos un caballito de carrera: avena y a descansar. Tenés lo mejor de lo mejor. La mejor ropa, el mejor vuelo, el mejor masajista, te vienen a buscar las marcas… Sos el mejor de tu país. Cuando estás ahí, no te das cuenta: viajás, te entrenás, jugás, volvés… Éramos todos robotitos”, indicó.
Por último, Néstor contó que en su barrio hay cientos de talentosos muchachos que no llegaron a Primera División por tomar el camino del mal o porque sencillamente no estaban dispuestos al sacrificio.
“La diferencia con los que llegan está en la constancia, en la mentalidad, porque hay muchos en Primera que técnicamente no son ni la mitad que los del potrero, pero nunca llegan tarde a una práctica, hacen lo que les pide el técnico, se tiran de cabeza. El crack, no; el crack sólo quiere jugar como le gusta”, remató.
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