En el programa “La Iglesia Cristiana en la Transformación del Paraguay”, emitido por la RCC”, y conducido por Oscar Vázquez, el pastor Julián Fretes recuerda sus inicios como creyente en Jesucristo hace cuarenta años (en 1985). Comenta que en aquellos días era un hombre atrapado por el vacío espiritual y los vicios; exitoso a los ojos del mundo, pero “interiormente paralizado”.
Fue en ese contexto que un amigo lo invitó a asistir a una iglesia. Allí escuchó por primera vez la predicación del pastor Rodolfo Plett, “mi padre espiritual”, quien –de hecho- luego se convertiría en su guía espiritual. Rememoró que aquel primer encuentro fue el inicio de un proceso de transformación que cambió su vida por completo.
Lo que marcó la diferencia en su camino fue la persistencia y el amor de tres hombres que, como los amigos del paralítico del capítulo 9 del Evangelio de Mateo, lo acompañaron durante días, quienes lo buscaban cada madrugada, oraron con él, lo guiaron con paciencia y sin juzgarlo, hasta que finalmente Julián experimentó una conversión real. Él mismo lo describe como un “despertar espiritual”, una mezcla de paz, gozo y llanto que no podía entender completamente, pero que sabía que venía de Dios.
Reconoció que el proceso no fue instantáneo, sino el resultado de la constancia de una comunidad cristiana comprometida con el discipulado y el amor al prójimo. La historia de Julián Fretes muestra que la transformación no ocurre en el aislamiento, sino a través del trabajo paciente, cercano y comprometido de miembros del cuerpo te Cristo, que es la Iglesia.
AGENTE DE VERDADERO CAMBIO
Hoy, como presidente de la APEP, Julián Fretes lidera con el mismo espíritu de servicio, buscando alcanzar a más personas con el mensaje del Evangelio. Su vida es una evidencia de cómo Jesucristo, a través de la Iglesia, puede ser un agente de cambio en Paraguay: rescatando vidas, sanando corazones heridos, rehabilitando a quienes están perdidos, y ofreciendo un nuevo comienzo.
Julián es el fruto de unos amigos creyentes que persistieron y finalmente lograron el objetivo: Su conversión y la transformación. “Yo soy el resultado del amor de Cristo, a través de otras personas entregadas al Señor”, resaltó.
Es importante reconocer que este testimonio es más que una historia personal: es un llamado a la acción para todos aquellos que creen en el poder del amor, la fe y la misericordia. Es una invitación a construir un Paraguay mejor, comenzando por el espíritu y el alma de su gente.
PROCESO ESPIRITUAL GRADUAL
La transformación espiritual de Julián Fretes fue un proceso gradual y profundamente sobrenatural. Como él mismo relata, comenzó a conocer a Cristo sin entender del todo lo que ocurría. Fue un camino progresivo: primero fue alimentado espiritualmente, luego discipulado por el pastor Rodolfo Plett, su esposa y varios hermanos en la fe. Poco a poco, comenzó a involucrarse activamente en la iglesia, una congregación menonita nacida a partir de la segunda campaña evangelística de Luis Palau en Paraguay.
Evocó que la iglesia era nueva, ubicada inicialmente sobre la Avda. Rodríguez de Francia. Con el tiempo, el pastor Plett encontró un nuevo espacio para la congregación: un gimnasio que había quedado disponible. Allí fue donde Julián vivió su primera experiencia profunda con Dios. En ese entorno fue formado y acompañado por personas clave, quienes fueron instrumentos de Dios en su vida. Una de ellas sigue siendo una figura cercana y significativa para él.
Esa persona fue su primer maestro junto al pastor Rodolfo Plett y la hermana Gilda. Julián describe su conversión como un hecho completamente sobrenatural. Se identifica con la figura bíblica de David, quien fue llamado por Dios cuando pastoreaba ovejas; así también él fue encontrado por Dios en medio de su vida común.
PRIMERA “ACCIDENTADA” PREDICACIÓN
Dios le otorgó un crecimiento espiritual notorio. Tanto fue así que, apenas seis meses después de su conversión, uno de los ancianos de la iglesia regresó a su país, y el liderazgo consideró que Julián era la persona indicada para ocupar ese lugar. Aunque su formación era en marketing, y no temía a los desafíos, no sabía que ocho días después de haber asumido ese rol, sería invitado a predicar por primera vez.
Aquel día, preparó cuidadosamente su sermón basado en Efesios 6, sobre la armadura de Dios. Hoy recuerda el hecho como algo simpático, pero en aquel tiempo escribió su “primer sermón” tres hojas, a puño y letra. Sin embargo, en el momento de predicar, un ventilador hizo volar sus apuntes, que terminaron bajo el altar de madera. Dice que, temblando, se dio cuenta de que no estaba preparado humanamente, pero que Dios lo estaba formando para depender totalmente de Él.
Sin nada en las manos, comenzó a predicar. Cuando “despertó”, habían pasado 45 minutos. Las personas estaban de rodillas, llorando. “Fue un momento en el que el poder del Espíritu Santo se manifestó claramente”, destacó. Desde entonces, Julián salía a predicar por las calles. Notaba que incluso católicos, que solían rechazar visitas de evangélicos, abrían sus puertas para escucharle. Admitió que era Dios obrando a través de él, aunque al principio creyó que era su propio esfuerzo el que hacía la obra.
Con el tiempo, comprendió el peligro de ese pensamiento y entendió que todo era obra del Espíritu Santo. A partir de esa experiencia, Julián se convirtió en un hombre transformado, comprometido con llevar el mensaje de Dios a otros. Su testimonio es un claro ejemplo del poder redentor de Dios.
AUTÉNTICA AYUDA IDONEA
Julián rememora que una parte fundamental en su transformación fue su esposa, a quien describe como una ayuda idónea, una mujer sabia y de profunda fe. Él mismo reconoce que es fruto de las oraciones de ella. Cuando Julián aceptó a Cristo, su esposa aún formaba parte de un coro católico. Sin embargo, ella también se convirtió en un evento evangelístico en el Club Olimpia, con el evangelista Yiye Ávila, y desde entonces fue radical en su compromiso con Dios.
Recuerda asimismo que cuando decidieron casarse, muchos no creían que su matrimonio duraría. De hecho, amigos y conocidos pronosticaron que no superaría los seis meses. Sin embargo, tras su conversión, todo cambió. Uno de los que dudaba de su cambio espiritual dijo: “Si a Julián Fretes le cambió Dios, entonces yo quiero ese Dios”, y hoy es líder de una conocida denominación en Paraguay.
El testimonio de Julián Fretes es un reflejo de cómo Dios transforma vidas de forma personal y progresiva. Su historia muestra que lo que parece imposible para el hombre es completamente posible en manos de Dios.














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