Posterior al acto oficial del 92 Aniversario de la Victoria de Boquerón, una agrupación de aspirantes, realizaron una alegoría referente a la Batalla de Boquerón, para recordar y resaltar la valentía de nuestros gloriosos excombatientes de la contienda de la Guerra del Chaco. Con esta alegoría se compartió una de las páginas más brillantes de la gloria del Ejército Paraguayo en Campaña y se expuso el recuento de los episodios más sobresalientes del sacrificio de nuestros mayores en esa gran batalla.
Esta representación constituye en su esencia un momento de íntima reflexión sobre nuestra historia y valiosa fuente de inspiración para todos nosotros, hijos y nietos de aquellos héroes para que comprendamos mejor el callado coraje del sacrificio cotidiano de nuestros mayores.
El rol histórico del Ejército ha sido siempre la de luchar por la libertad y la soberanía del Paraguay, hecho que quedó plasmado al principio del siglo XX cuando negros nubarrones presagiaban el advenimiento de días inciertos sobre nuestra abnegada nación. Y en una clara interpretación de la situación imperante en aquella época, el gobierno se abocó a la preparación de sus hombres para la defensa nacional.
El 9 de septiembre de 1932, se inician los combates para recuperar el Fortín Boquerón, que duraron veinte días, durante los cuales se combatió palmo a palmo, metro a metro, a fin de desalojar al invasor quien se defendía tenazmente detrás de sus posiciones.
Al promediar la mañana de día 17 de setiembre de 1932, el RI 6 Boquerón establece contacto con el enemigo, sufriendo la primera baja gloriosa, la del más joven de los cadetes, Oscar Otazu, que comandaba un pelotón y que en esta acción sufrió una herida de tiro de ametralladora que le atravesó el cuerpo y cae en el cumplimiento del deber de Vencer o Morir en pleno campo batalla.
Su cadáver fue rescatado por el Cadete Herminio Mendoza, quien arriesgando su vida se lanzó y sin vacilar recogió al camarada caído. (Pausa)
En ese mismo día, el Cadete Carlos Sisa, comandante de un grupo de combate comunica por radio el siguiente mensaje: (Ametralladora enemiga impide mi avance, ordeno al asalto. Viva el Paraguay). Y en un gesto dramático, con decisión y valentía avanza con intrepidez y coraje al frente de sus soldados cayendo abrazado a una ametralladora enemiga.
Con certeros tiros de artillería el día 29 de septiembre de 1932, al despuntar el alba se reiniciaron los ataques para tomar definitivamente el Fortín Boquerón.
A lo largo del ya pequeño reducto boliviano, cuando todo estaba dispuesto para la ejecución del último asalto, improvisadas banderas blancas hechas con jirones de mosquiteros y camisas, se levantaron en señal de rendición de las aguerridas y fatigadas tropas del TCnel Manuel Marzana
Las tropas combatientes ingresan al fortín ante la mirada de sus defensores quienes esperaban ser muertos o maltratados. El Soldado paraguayo lanza el tradicional grito de victoria (Viva el Paraguay) sintiendo en su pecho alegría y tristeza por estar vivos y al mismo tiempo haber perdido al camarada que partió rumbo a la eternidad en el cumplimiento de la misión.
Los nuestros no toman represalias, los soldados bolivianos vencidos son tratados de forma humana siendo invitados con raciones y agua, asistidos médicamente como muestra de humildad y al mismo tiempo demostrando que el soldado paraguayo es valiente en el combate y respetuoso del enemigo vencido.
El pabellón nacional fue izado nuevamente en el Fortín Boquerón, recuperando así parte del territorio nacional a costa de sacrificio, valor y audacia del Ejército Paraguayo en Campaña.