En una insólita rutina, Haddad, del Partido de los Trabajadores (PT), visitará por la mañana, como todos los lunes, al expresidente Luiz Inácio Lula da Silva en la cárcel de Curitiba (sur), donde el líder histórico de la izquierda purga una pena de 12 años de cárcel por corrupción.
Tras el anuncio de que finalmente disputaría la segunda vuelta, despejando el espectro de una victoria de Bolsonaro por nocaut, el candidato, que hizo toda la campaña bajo el eslogan «Haddad es Lula», agradeció el «liderazgo» de su mentor.
Bolsonaro, del Partido Social Liberal (PSL), apostaba por liquidar el pleito el domingo, pero quedó con 46,04% de los votos, en tanto que Haddad consiguió 29,26%.
El excapitán del Ejército, de 63 años, denunció «problemas» con las urnas electrónicas, que le habrían impedido evitar el balotaje.
Denunció también los recursos financieros así como el apoyo de «una parte de los medios» de que dispondría el PT, aunque prometió trabajar para «unir a los brasileños».
La preocupación de Bolsonaro puede parecer innecesaria, dado que matemáticamente no debería serle difícil obtener los puntos que le faltan para alcanzar la mayoría absoluta, sobre todo después de haber conseguido el apoyo de los poderosos sectores del agronegocio y de las iglesias evangélicas.
Dejá tu comentario